miércoles, 18 de marzo de 2015

Bajo la luna de Kislev (Críticas)



César Gavela, Presidente de Honor de Concilyarte, abrió el pasado 4 de marzo los actos del V centenario de santa Teresa, con la presentación del poemario "Bajo la luna de Kislev", con la intervención de los poetas: Pilar Verdú, Vicente Gallego y Antonio Praena.

Fue un acto realmente emotivo, en el cual pude recitar algunos de mis poemas en un ambiente de gran emotividad.

Os dejo aquí algunas de las opiniones sobre el acto y el libro.

 El acto fue hermosísimo, inesperado, intenso y de gran altura.
Uno de los mejores a los que he asistido en muchos años. (...)

 Hora y media de felicidad y de verdad. 

César Gavela.

  "Fue un acto precioso. Todos estuvieron magníficos: cantante, pianista, presentadores. Y los poemas, una preciosidad"

Ana Noguera.

."Fue un regalo para todos escuchar a los intervinientes. A mi me emocionaron hasta la lágrima."

Maria Vicnta Porcar. 


Sobre "Bajo la luna de Kislev"

"Agradecidos estamos a Mila, por haberse atrevido a escribir "Bajo la luna de Kislev", por pretarse así a ser "enluarada", preciosa palabra de su Galicia natal que quieres decir más o menos "llena de luz de luna",

Pilar Verdú

"...el asombro convertido en belleza cotidiana es uno de los primeros dones que este libro deja en nuestra mirada..."

Antonio Praena.

"...Se ha dado a luz un libro muy hermoso..."

Vicente Gallego.

"Qué gran belleza"

Elena Torres.

Me parece sumamente interesante el contenido del poemario; original y valiente.

Juan Luis Bedins  

Mila Villanueva establece un diálogo a través de los personajes evangélicos, con la intimidad  de quien ha compartido experiencias cercanas y muchas horas de conversación. Les trata de tú, como quien habla al padre o a la hermana, a los hijos, al amigo, “Y tu indulto llegó con la mañana”.    Al interiorizar el mensaje, la autora se hace cómplice de palabras cuyo poder  transforman el espíritu-. 

Gloria de Frutos. 


 ¡Delicioso libro!
 
Aunque muy alejado del misticismo religioso, he disfrutado, como se dice en el prólogo, de un viaje poético-cultural muy bello.

Son poemas de la meditación, de relámpagos de memoria, sugeridos con una sinceridad y un intimismo que atraen. Mucha sensibilidad, sensorialidad y sensualidad de toque aéreo.

Como técnica, el impresionismo, que lo hace más sugestivo. Bien se nota la influencia de la poesía oriental, que tanto ha cultivado Mila.

Me han recordado aquellas Figuras de la Pasión, de Gabriel Miró, aunque tan distintas. Estas están más próximas al éxtasis y la delicadeza de san Juan de la Cruz. Los poemas tienen el poder de la sugestión en breves trazos muy vívidos.

Antonio M. Herrera



Dice, uno de los poemas, de bajo la Luna de Kislev, de la poeta Mila Villanueva, ciertamente, lo titula Simón , empieza: Te echaste las manos a la cabeza... completamente sorprendido. En este caso, digo yo, que he pescado un buen poemario, repleto de sentimientos capaces de emocionar. Me acompaña en el estudio lumínico sobre la tonalidad de las manzanas, las claves entre el equilibrio de la luz y la materia. Hace tiempo que me había distanciado del sentir poético porque muchas de las veces nos envían al pasado, invasivamente, siendo distinto este, cual me da opción a perderme en el universo lumínico entre palabras que invitan sin forzar al lector. Cuando lees a un buen poeta, sea hombre o mujer, en el fondo suele habitar una verdad única y común humana, variable por su personalidad, distinta, visión y campo, en el plano de su abstracción vital. Aunque, preferiblemente, prefiero que me los lean y entonen directamente, en este caso, llevo cuatro lecturas y sigo. Es capaz de sacar lágrimas, tan importantes en la limpieza tanto corpórea como espiritual. Si bien soy poco crédulo, habla de verdades, aunque lo fueren ficticias, son verdades profundas, latentes que conciernen también al presente. Me dejo los últimos poemas, constantemente para repasar, volviendo a ellos siempre sobre el camino. Es bueno que se hable de una gran poeta como Mila, que nos cuenta, nos allana... al principio me quedè vacío, hueco como una tumba, aunque vivo, sin el animal o el hombre, en no sé dónde... tal como me dictaba el trayecto... unas gotas extrañas brotaban limpiando generosamente, en el silencio de la extrañeza, intentando entender lo que ahí se dice. Ya que la guerra, vacía tanto, también está muy bien que un alma cándida nos llene con su bondad. Gracias, Mila. Muchas gracias.


Eduardo Climent.

 Muchísimas gracias a todo@s, para vosotros y con muchísimo amor fue escrito este libro.

Mila.