Esta es la presentaciónn que Rafel Correcher hizo de mi poemario además de haberlo prologado.
Se realizó la lectura el 7 de Octubre en el salón de Actos de la SGAE.
Además Rafa también recitó los poemas en valenciano acompañado del dúo Gelós-Santés.
Un magnífico encuentro.
Le estoy profundamente agradecida.
*
Tiembla el rocío
y las hojas moradas
y un colibrí.
*
¿Es un imperio
esa luz que se apaga
o una luciérnaga?
*
Por la gallega
una escalera sube,
baja un poema.
El primer haiku que les
he leído es de Mario Benedetti, el segundo de Jorge Luis Borges, el tercero de
éste perpetrador de versos que les habla…
Pero cuál es la razón que
hace tan interesante al haiku para que la autora lo utilice, como forma de
expresión, en éste magnífico poemario “A la luna de Valencia”.
Todos ustedes saben que
los haikus son poemas breves pero muy intensos que contienen descripciones
visuales completas de pequeños instantes en la vida de sus autores.
Aparentemente sencillos,
pero con una complejidad fascinante cuando se estudian con detenimiento, poseen
un atractivo universal.
Partiendo de esa
universalidad, yo diría que el haiku es la sencillez de una composición poética,
que asimila sucesos objetivos y externos, en la que el asombro es serenidad sin
conclusión dentro de un universo de pequeños y delicados trazos, siempre
marcados por el transcurso de las estaciones.
Y su fin no es la certeza
o la curiosidad ante sucesos o situaciones, sino la concisión de la palabra
poética, más preocupada en formar parte de un todo ubicado en la superficie
próxima y consustancial de la existencia.
Así, y de acuerdo con
esta premisa, Mila Villanueva no construye su libro sobre lo que desea percibir
sino sobre lo que puede imaginar, ya que no existe un desdoblamiento sino
un sujeto comunicado con el propio mundo, manteniendo en su devenir un
equilibrio singular.
Las cosas están aquí, en
estas páginas, son, no necesitan una explicación en sí mismas porque ya la
tienen en su propia sustancia.
Muchas veces nos asombramos
de los prodigios de la naturaleza porque le hemos dado la espalda y teorizamos
sin detenernos en el silencio de la observación.
Sin embargo, Mila
Villanueva entiende perfectamente que el haiku es mirar sin vestir la percepción de
sentimientos que desvirtúen el objeto, y lo que hace, es preservar lo observado
de cualquier interpretación de los sentidos dado que su presencia es meramente
circunstancial.
Y para ello, Mila
Villanueva, respeta en “A la luna de Valencia” la
simplicidad de las cosas utilizando con habilidad la concisión en sus versos,
evita los adornos, capta los instantes en su núcleo de eternidad o esos sutiles
movimientos transitorios mediante un lenguaje sencillo y cotidiano.
Es decir, en definitiva,
maneja sabiamente los principios básicos del haiku.
El resultado final de
este poemario es pura celebración, encuentro y contraste de culturas,
impregnación y reconocimiento de tradiciones, afirmación personal y colectiva, pero
sobre todo, una hermosísima página en la que Mila Villanueva nos habla de
lugares comunes de su memoria y de la llegada a una nueva Ítaca, a través de la
luz y los paisajes de la ciudad de Valencia.
Les recuerdo, para
finalizar, una cita del poeta Horacio: “Poetas y pintores siempre tuvieron el justo
poder de atreverse a cualquier cosa”.
Celebremos pues, esta
tarde, ese poder, ese atrevimiento de Mila Villanueva, que nos ofrece este
hermosísimo “A la luna de Valencia”.
Valencia, 7
de octubre de 2014
Rafa
Correcher
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