Enrique Bronchú |
Antonio M. Herrera |
Mila Villanueva |
Hoy tengo el honor de presentarles una obra
singular: el poemario Mirada a una mirada, que está editado
por Antonio M. Herrera y la familia Rodriguez Bronchú, con prólogo de Carlos
Aganzo y fotografías de "dibudibu".
El Ayuntamiento de Valencia a través de la
delegación de Cultura colaboró en los actos de celebración del primer
centenario de Salvavor R. Bronchú, de lo que surge esta antología. Doña Maria
Irene Beneyto, teniente de alcalde delegada de cultura en las primeras páginas del
libro comenta lo siguiente:
“Tanto las influencias familiares y formativas como
la predisposición natural y sus aptitudes plásticas, confirieron a Bronchú un
estilo propio y una capacidad plástica admirables. La luz, el impresionismo, el
colorido, la técnica y las temáticas tratadas han hecho de él un importante
artista que ahora cumpliría 100 años, y aunque ya no vive, su pintura permanece
para darnos cuenta de su existencia y buen hacer".
Pero para mejor hablarnos de la figura de este gran
pintor, nadie mejor que sus hijos: Enrique y Salvador que se encuentran con
nosotros.
En cuanto al poeta que acompaña paso a paso al
pintor en un recorrido por sus obras, Antonio María Herrera, diré que:
Nace en Cantabria pero cursa sus estudios primarios
y secundarios en Ávila, de la que él mismo dice ser su patria poética y de la
que nace su primer poemario “Esa luz que el aire tensa”. Antonio María Herrera
es un poeta de trazo castellano, incluso impregnado de un suave misticismo, un
poeta de la tierra, pero que asume y exalta la luz del Mediterráneo. San Juan
de la Cruz, Fray Luis de León y Quevedo afirma que son sus referentes poéticos.
Actualmente reside entre Rocafort y Godella; donde escribe” Godayla al
amanecer” y “Tras el vivir y el soñar” premio Internacional de Literatura
Antonio Machado 2010 otorgado por la Fundación Antonio Machado de Colliure, y que
tuve el placer de presentar en la Librería Primado en diciembre de 2012. Están
agotadas las dos ediciones, castellano francés y castellano o catalán.
En marzo del pasado año, publica “A ras de suelo” un diálogo
lírico con el poeta Vicent Andrés Estellés.
Es catedrático de Lengua y Literatura y Vicepresidente
de la Asociación de vecinos Antonio Machado
y Republicanos de Rocafort, donde despliega una gran actividad cultural y es
también miembro de la Asociación de Escritores y Críticos Literarios CLAVE.
En la actualidad está preparando una homenaje a
Antonio Machado en el 75 aniversario de la muerte del poeta, habiendo
coordinado la antología: “Esta palabra mía”, que se presentará en la propia
Casa de Antonio Machado de Rocafort el próximo 19 de Febrero y en esta misma
sala el 25 de febrero, quedan pues todos Vdes, invitados.
Prepara también sobre
Machado para 2015 un evento poético- teatral titulado “La Voz y el Eco”.
Carlos Aganzo, en el prólogo de la obra nos dice:
Los ojos de Bronchú son los ojos de un visionario, de
un cazador de la luz siempre a la espera, como nos dice Antonio María Herrera, un
cazador de piel hecha a soles de intemperie que nos ausculta con descaro,
parapetado tras el lienzo.
Y continúa…
Es aquí en este juego de miradas, donde comienza el
verdadero espíritu de este libro que no sólo es un homenaje a Bronchú, un
recordatorio del gran pintor de Godella, en el centenario de su nacimiento,
sino también, un verdadero mano a mano poético entre dos artistas que se
confrontan, se comunican. Se complementan y se trascienden…
La mirada del pintor, mediterráneo empapado de salitre
y la mirada del poeta, norteño,
cabizbajo, asceta y románico.
De la importancia de la mirada han corrido ríos de
tinta en la literatura, expongo aquí tres citas, la de un pintor, la de un
poeta y la de un filósofo, que vienen al hilo del tema que nos ocupa.
Agotado de
mirar sin estar saciado, dice Petrarca en Triunfo d´amore.
Sobre el pasivo ver hay un ver activo, que
interpreta viendo y ve interpretando, un ver que es mirar, (Ortega y Gasset en
meditaciones del Quijote).
Contentémonos con el inmediato milagro de abrir los
ojos y ser diestro en el aprendizaje de mirar bien. (Salvador Dalí)
Antonio, diestro en el arte de mirar, que interpreta
viendo y ve interpretando y se agota de mirar sin saciarse, abre sus ojos ante
el milagro de la obra de Bronchú y la “narra” para ello utiliza unos versos
descriptivos pero sin perder el sentido lírico, con una ligera rima y un ritmo
bien marcado, influido por la poesía popular. Son unos versos difícilmente
sencillos…llenos de color y de imágenes impactantes. Sus metáforas son puentes
de luz que ofrece al lector como quien lanza una red para atrapar nuestra
atención y nuestra emoción.
Así discurre por los paisajes que plasma el pintor:
Por el arrabal. Por los pueblos de ocre, con sus tapias y sus corrales y las
sombras y el añil de los dinteles…. Por los grises del Albarracín, el pueblo de
fachadas curtidas por el cierzo….por la recordada huerta…por las cuevas de Godella,
donde quedó esperando a la puerta la silla en la memoria… por la playa de la
Malvarrosa, donde la arena arde, y donde brilla el ardor…por Dénia con sus barcas para el
desguace, donde el viento no perdona…por una Andilla en la que la tierra
fosforece o por el paisaje conquense, (una herida cárdena (nos dice)… Pero también
por las alquerías, donde el blanco a base de impurezas es más blanco.
Su mirada contempla asimismo las costumbres de un pueblo
con todo su colorido, donde poeta y pintor parecen captar la algarabía, la
vida, el esplendor: Los moros y cristianos…el Corpus con sus toldos…el Carnaval
con sus colores que bailan…la escuaraeta en la mañana de mayo…la salida de una
boda con su rumor de telas exaltadas o una capea donde según Antonio el pintor
trasciende la retina.
Antonio se introduce también en los interiores, en
el estudio del pintor, donde se respira un hollín de disciplina…en la intimidad
violeta de la buhardilla…el bodegón con libro y quinqué donde el cristal se
descompone en brillos…el cuadro de las rosas (que Antonio contempla desoblado
en niño, con la mirada inocente, y experimenta la energía del color que lleva a
otro color y lo transforma en un rizo de esplendores máximos), o el salón por
donde la ventana lanza una luz de pájaros sobre la abuela y las nietas.
Juega así con los dorados y el contraluz, la luz
meridional hiriente y descarada, (nos dice) con la neblina y el resplandor, con
el color en todas sus gamas y con las sombras y sus matices, como lo hace
magníficamente en el poema final:
Titulado mujeres:
Por qué se han congregado
Las ha expulsado la ciudad amorfa
O es porque han sentido
Que el reducto donde agotan su existencia
Es un tiempo de rosas engañadas
de azules agrisados?
Se exhiben? Se rebelan?
han decidido imponer a la neblina
Su diverso color de fantasía?
O simplemente ríen
Y al mirarse unas a otras
Se demuestran que están porque son ellas
Ellas mismas ufanas y conscientes
de que no es frágil su entereza?
….
y si continúo
hablando de miradas, tengo que citar necesariamente, la mirada de Antonio que
se complace en el autorretrato, donde el poeta y el artista se miran y se
descubren en una absoluta complicidad y Antonio dice:
Esa mirada que sabe como mira
honrada y franca, cuya grandeza está
paralela a la verdad, en ser sencilla.
Y ya para finalizar citaré unos versos del poema
titulado Pórtico, que abre el poemario:
Que distintos tu y yo
Y sin embargo
Bronchú del trazo pánico
del destello austral
Me invitas a tu fiesta?
Espero pues que disfruten de esta fiesta, de esta velada
pictórico poética homenaje a Bronchú y ya sin más, paso la palabra a su hijo
Enrique:
Mila Villanueva
Mar Cano |
Melba Santacoloma FOROGRAFIAS MACHANCOSES Y DEL VALLE. |
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