martes, 18 de diciembre de 2012

Presentación de "La Mano Pensativa" de Blas Muñoz Pizarro.


 

Fue para mí un placer presentar el libro "La Mano pensativa" de Blas Muñoz, compuesto en su mayoría de haikus, senrius y tankas, pues es una forma de poesía con la que me siento muy identificada. Como siempre la SGAE nos acogió con su gentileza acostumbrada.
 
El jurado compuesto por Daniel Aldaya Marín, Javier Asiain Urtasun y Victor Izco Cruz otorgó a "La mano pensativa" el premio Angel Martínez Baigorri 2o11, en su vigésimo octava edición convocada por el Excmo Ayuntamiento de Lodosa.

 
Esta obra comienza con un soneto, (no en vano Blas Muñoz ha ganado el Premio de la Crítica 2012 con su libro “La Herida de los días”, precisamente compuesto por sonetos blancos). El soneto inicial del que hablamos da título a toda la obra: "La mano pensativa". Nos dice el poeta: “Pues nada quedará de lo escrito si no llega la mano y traduce la voz transfigurada en agua, aire, tierra y fuego”.

 
Esta alusión a los cuatro elementos es también una alusión esotérica a las cuatro estaciones, que se revelan en todos los libros clásicos de haiku y que el autor también lleva a cabo de una forma original. El libro recorre en los títulos de sus tres partes centrales todos los elementos primordiales de la vida: agua, tierra y fuego, siendo el pincel (elemento de aire por excelencia) el que cierra la obra con el poema final. Aunque este elemento, metáfora del tiempo, está trabajado con más detenimiento en su obra “El que silba entre cañas”.

 
Recuerdo al respecto un tanka de Borges con el cual he visto un paralelismo de “La mano pensativa”:

 

La ajena copa

La mano que fue espada

En otra mano

La luna de la calle

Dime, acaso no bastan?

 
Pues de la misma forma que Borges sitúa la mano como tema central de su tanka, también la mano es el tema primordial de esta obra que además combina la copa, elemento de agua y la espada, elemento de aire y ambos elemento “concretos” y “manipulables” con la efímera luna de la calle, que no puede asirse, igual que la sutil belleza de un haiku.

 Esta mano pensativa, que aparece explícita en el primer poema e implícita en el último, sigue asomando de cuando en cuando entre los versos durante todo el proceso, tanto de forma directa como indirecta:

Sobre la yema

Del dedo corazón

Beso tu beso.

 

Toco mis libros

Y en mi memoria

Un bosque de versos se deshoja.

 
En la primera parte: “Los haikus de la piedra en el agua” guardan perfectamente la medida 5-7-5, es decir, 17 onjis, o sílabas en japonés, asumiendo en unos momentos el estilo puramente oriental y otras se convierte en haikus urbanos, como:

 

Lluvia nocturna

Cabrillean las luces

En el asfalto.

 

Son versos también impregnados de silencio. Fue precisamente nuestro querido amigo José Luis Parra quien en la Antología “Tertulia de Haiku” describió esta forma poética de la siguiente manera:

 
Un haiku es un minúsculo islote de palabras en un mar de silencio”. De la misma manera nos dice Blas Muñoz

 
Canta un jilguero

El silencio se esconde

Para escucharlo.

 
Y también:

 

Huele a silencio

En las hojas brillantes

De los magnolios

 

Su escritura posee además las características que debe poseer todo buen haijin:

Estar atento, ser un espectador arrobado, exento de ego, sin alardes, que perciba las cosas en su ser total, algo que los japoneses llaman “somo-mama”. Dice Blas Muñoz:

 

Vuela una garza

En su frágil belleza

Muere la tarde.

 
Y si el haiku posee la fragilidad fugitiva del instante, como dijo Jean FranÇois Fogel, bien la capta el autor, por ejemplo en los siguientes versos.

 

Pasa una nube

Se oscurecen los tilos

De la rotonda.

 
Es sólo un momento, en cuanto pase la nube los tilos tendrán otra luz, se podría hacer un nuevo haiku….

Y encontramos también algún  haiku de “mui” o de lo que no sucede:

 
Abrió su mano

y el haiku se evadió

aire en el aire…

 
El "kigo", o palabra que hace referencia a la estación, aparece con frecuencia en los haikus de Blas:

Granado, naranjo, tilos, lluvia, viento, hojas caídas...

Y es patente por ejemplo en el haiku de primavera:

 
Uno de abril

Sigue el cauce del río

Una cigüeña.

 
Son haikus con "jaimi", que traducido del japonés, viene a decir: “sabor de haiku” y poseen en ocasiones "kiré" o palabra de corte y también "aware", o efecto sorpresa:

Tendido eléctrico

Crepúsculo, gorriones

El pentagrama.

 
Vicente Haya en su libro “El haiku de los sentidos” dice que “El haijin debe cultivar el sentido de la vista hasta lo extraordinario

Los ojos de Blas captan las luces y las sombras que oscurecen los tilos o que dibujan las nubes y la luna, el agua que desborda los narcisos…o el toque de color de un petirrojo en un granado desnudo.

Pero también los demás sentidos están alerta entre los versos:

Canta una alondra…un perro ladra….el mar huele a naranjo…

Y es ya en la segunda parte: “Senrius del sueño de la tierra”, donde se permite la licencia de esta forma poética e introduce el tacto, que ya hace una alusión más directa al yo:

Paso la mano

por el vaho del espejo

y nada cambia.

 
Se hace más patente en esta segunda parte la metáfora e introduce además el juego amoroso. Personalmente, a mí me recuerda un poco a Chiyo, que entre 1701 y 1775, destaca como la mayor poeta de haiku de Japón y que se permitió el tema amoroso dentro del haiku.

 Introduce Blas igualmente algo de “yugen” o misterio, como en:

 Suena un crujido

más allá de los sueños

cuando se rompen.

El paso del tiempo, la nostalgia o el azar, aparecen en esta segunda parte y continúa el tema amoroso con el tanka, en la tercera parte donde los ojos del poeta encuentran balcones azules y gritos de geranios rojos de ausencia, enredaderas y lunas menguantes alhelíes junto a jazmines y volvemos a encontrar aquí las manos, llenas ya de la luz crepuscular:

La misma luz crepuscular que parece irradiar el poema que cierra el libro. “Como otras veces”, y habla de ese poema eternamente inacabado, pues como dice Blyth, “nada hay que decir, pero hay que decir la nada” y que corrobora con la cita de Octavio Paz  que Blas Muñoz introduce en la última página.

Si la obra comienza  con un soneto -forma puramente occidental- termina con un poema de sabor totalmente oriental.

El poeta nos confiesa haber escrito este libro paralelamente a “Viva Ausencia”, para descargarse de la concisión formal del soneto y la décima,  buscando así la frescura y simplicidad del poema japonés. Efectivamente este libro nos ofrece un poco de “descanso”. Con él contemplamos la belleza sin esfuerzo y dejándonos llevar de su mano, sentimos, olemos y percibimos la maravilla de la naturaleza y compartimos el estupor del amor.

Erigido sobre una cita del poema central de la mirada de Jano, nos hace penetrar en ese bosque por donde el hombre pasa de la luz al olvido y siempre sólo. Como lo cita con el haiku de ISSA:

 
El ciruelo florece
.
El ruiseñor canta

pero yo estoy solo.

...y que abre la parte central del libro titulada “Tal vez otra Luz”.

En definitiva, este libro nos invita a la contemplación y nos hace comprender que el haiku no es sólo una forma de escribir: es un camino, una forma de recorrer ese bosque por donde discurrimos solos desde la luz al olvido y donde al final se extinguirá nuestra sonrisa y dejaremos algún poema inacabado, algún poema para la tierra, para el agua, para el viento o para el fuego.

 La obra cuenta además con un exquisito Prólogo de Susana Benet e igualmente la portada está ilustrada con uno de sus dibujos.

 

 

 Fotografías: Arriba de izquierda a derecha Blas Muñoz, Mila Villanueva y Juan Luis Bedins, contigua; Blas Muñoz.
Parte superior abajo: Mila Villanueva, Juan Luis Bedins, Teresa Espasa, Ricardo Bellveser, Juan Luis Bedins y Antonio Monsonis.

Fotógrafos: Machancoses y del Valle. 

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