(de izda. a dcha. Mila Villanueva y Gloria de Frutos) |
MILA VILLANUEVA
De Izda. a dcha.Ana Noguera. Mila Villaneuva y Gloria de Frutos. |
Texto leído por Ana Noguera:
LA CULTURA Y LA MUJER
Hay quienes dice que la Cultura es un lujo, un ornamento,
algo superficial que sólo se lo pueden permitir las sociedades ricas. Pero no
se dan cuenta que la Cultura es imprescindible para conseguir que una sociedad
sea rica.
Las personas necesitamos mucho más que comer y crecer; lo que
nos hace esencialmente humanos es nuestra Cultura. Porque Somos seres
creativos, artísticos, innovadores, críticos y pensadores.
Pero las mujeres sabemos mejor que nadie lo difícil que es
disponer de la Cultura a nuestro alcance, que sea plural, colectiva y propia,
que dé verdadero significado a términos tan vapuleados y poco puestos en
práctica como la Libertad o la Igualdad.
Las mujeres sabemos mejor que nadie cómo se pueden manipular
los valores, censurar los pensamientos, imponer las creencias. Durante siglos
hemos sido las invisibles de la Historia, las voces silenciadas y calladas. Y,
cuando parecía que habíamos conseguido dar los primeros pasos en la convivencia
y en el reconocimiento de la dignidad, ha bastado una crisis económica como
escenario para que la Contracultura conservadora quiebre la fragilidad de unos
Derechos que apenas habíamos rozado con los dedos.
Algunos datos aprobados por la Unesco (marzo 2014):
La “feminización de la pobreza” no es un término inventado,
el 70% de las personas que viven en la
pobreza son mujeres. De los 1300 millones de personas que viven en pobreza
extrema, más de 900 son mujeres.
Dos tercios de los 800 millones de personas adultas
analfabetas son mujeres.
Cada minuto, una mujer muere en el mundo por complicaciones
en el embarazo que se podían haber evitado.
Tres mujeres mueren cada día por culpa de la violencia
doméstica. El 70% de las mujeres asesinadas en el mundo lo son a manos de sus
parejas. La violencia de género es la principal causa de muerte o discapacidad
de las mujeres entre 16 y 44 años.
Una de cada nueve niñas en el mundo se casa antes de cumplir
los 15 años.
A nivel mundial, tan sólo un 21% de mujeres está en los
parlamentos nacionales, y sólo entre el 1 y 3% de las mujeres empleadas son
propietarias de una empresa.
Creíamos las mujeres europeas que era el momento de alzar la
voz por todas aquéllas que permanecían silenciadas, invisibles, olvidadas sin
poder ser escuchadas. Debíamos ser nosotras las que extendiéramos la mano para
ayudar a quienes estaban encerradas bajo burkas, o mutiladas en su sexualidad,
o trabajando como mulas de carga de sol a sol con sus hijos a cuestas, o
encerradas en fábricas inhumanas tóxicamente envenenadas, o arrancadas de su
infancia para ser casadas con hombres que podrían ser sus padres o sus abuelos.
Creíamos las mujeres europeas que nuestros derechos nos daban
garantías para pelear por un mundo de iguales, para que la sociedad se
construyera con otra mirada, para comenzar a ofrecer medidas diferentes en la
economía, la arquitectura, el urbanismo y todas aquellas actividades
prioritarias que se habían cerrado a nuestra participación.
Soñábamos las mujeres españolas sin imaginar que todo nuestro
castillo de derechos podía ser tan frágil como los naipes.
Volvemos a atender las obligaciones del Estado siendo
responsables del cuidado de los dependientes y los mayores; nuestros jóvenes
aún no entienden qué significa la violencia de género; se nos devuelve a la
educación de una mujer sumisa y dócil; nuestras oportunidades laborales son
peores, más frágiles y menos remuneradas; y se legisla una vez más sobre
nuestro cuerpo y nuestro derecho a la maternidad. Y a mí se me pone la piel de
gallina cuando las mujeres estamos en manos de quienes gritan la verdad en
nombre de Alá o dicen legislar “como Dios manda”.
ANA NOGUERA
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