jueves, 1 de enero de 2015

Literatura y Montaña, presentación de María José Rivera Ortún en la charla de Paloma González Rubio.




Montañas

            Desde mi punto de vista las montañas estarán para siempre unidas a la fragilidad de la naturaleza humana. En los albores  de la especie, nuestros antepasados se encontraban tan impotentes para luchar contra el hambre, el frío, las fieras, las enfermedades, los desastres naturales y la muerte,  que tuvieron necesidad de salir de sí mismos y pedir ayuda. Y cuando miraban hacia arriba y comparaban su propia pequeñez con el incomprensible cielo, pensaban que esa ayuda podría venir de allí. Y de volver los ojos al cielo  nació la Religión. Porque el hombre situó siempre a sus dioses (lo bueno) en lo alto y a los demonios junto con el infierno (lo malo) en lo más bajo, como hicieron los guanches con Guayola, el rey del mal, a quien situaban en el interior del Teide. Los dioses les ayudarían también a los hombres indefensos a contestar preguntas difíciles, de dónde venimos, adónde vamos, como es de grande el universo, por qué los planetas se mueven y las estrellas parecen fijas, preguntas…. Y lo más próximo al cielo, aquí en la tierra, son las montañas.
Aunque no a todos los pueblos les iría bien ese esquema de buenos y malos.

1)      Por ejemplo a los Griegos.
Una cultura racional donde las haya para una sociedad que aún no estaba preparada  para prescindir de los dioses, sobre todo en la guerra. Entonces inventaron un sistema filosófico impecable, con el fin de conjugar razón con religión: hicieron que los dioses fueran degenerados, promiscuos, violentos, egoístas, malvados etcétera, con el fin de no tener empatía con ellos.  Y para tenerlos lejos, los confinaron en el Monte Olimpo. Sólo pedían que los dioses les dejaran en paz. Lo mejor que podían hacer los hombres era evitar a terroríficos dioses, porque cualquier intromisión acababa en desgracia.
Con una excepción: las musas, las hermosas hijas de Zeus y Mnmósine, las protectoras de las artes y de las ciencias. Porque el Monte Parnaso estaba cerca de ellos,  sobre el Oráculo de Delfos, y Monte Helikon, ambos lo mismo. Y ambos eran   moradas de Apolo pero también  de las Musas.
2)      Cristianos
Monte Ararat, Arca de Noe
Monte Sinaí, en el que Dios entregó a Moisés las tablas de la ley
Montaña en la que Jesús bienaventuranzas y el Padre Nuestro, el de la sal de la tierra y la luz del mundo.
Monte Gólgota, crucifixión de Cristo
Monte Tabor, transfiguración

Tradición cristiana de los eremitas que muchos vivían en monasterios perdidos entre montañas. Meteoros, Monserrat, Armenia…
San Simón Estilita surrealista

3)      Los humanos empezaron a ver a las montañas como algo mítico, mágico, reverencial. No es un lugar fácil, sino sólo para los esforzados que suben por sus laderas y alcanzan la cima casi sin aliento.
Algunas montañas son símbolos  
Fuji Yama
Kilimanjaro, la gran montaña de África, Tanzania,  la casa de los masai
Vesubio-nápoles (con permiso de la pizza) Pompeya
el Etna-Sicilia, con permiso de la mafia
Strómboli, farol del Mediterráneo
Cerro del Corcovado, Río de Janeiro, Brasil (con permiso de la samba del del Amazonas)
Monte Uluru,  Australia (con permiso de la ópera de Sidney y de los canguros)

Tristemente célebres
Nevado del Ruiz, cuya explosión mató a la niña Omaira.
Krakatoa, el oceánico, entre java y Sumatra, el más fiero, 295 ciudades destruidas y 36.000 personas muertas

4)      Fiebre por subir a las montañas se desata en el XIX. Romanticismo.
Las montañas entran en la literatura
Drácula, Bram Stocker, Cárpatos de Transilvania
Cumbres borrascosas Emily Brönté, la belleza del agreste paisaje de páramos, bosques y cumbres nevadas.
La montaña mágica, Thomas Mann, alpes suizos, Davos, Sanatorio tuberculoso.
William Faulkner, Mientras agonizo, montañas del norte de Mississippi
El Padrino, Sicilia, Corleone (provincia de Palermo) , con sus rocas gemelas amenazando al pueblo,
Aunque mucho antes del XIX ya estaba la Divina Comedia,

5)      Los montes también parecen el la literatura bélica como tierra bélica.
Afganistán,
Paquistán
Bosnia Herzegovina
Batalla del Guadarrama con sus  construcciones militares de la contienda, fortines, observatorios blindados, trincheras, búnkeres, paramentos y nidos de ametralladoras  Gredos
Los Pirineos. Soldados de Salamina de Javier Cercas.

No hay nada más épico que imaginar a Aníbal cruzando los Alpes con elefantes, Sagunto, segunda guerra púnica.
La Castilla de los castillos fortaleza bien instalados en montañas. Como los monasterios.
Iconografía nazi de montañas, épica, refugio Hitler, montañas nevadas

La Sierra Morena de los bandidos, personajes literarios donde los haya,  de la que primero aprendieron los maquis y luego la guerrilla sudamericana, Bolivia, el Che… Narcotraficantes…
La propia Divina Comedia,  Güelfos contra gibelinos

6)      La literatura de viajes es tan antigua como la Odisea. Pero hoy día ya puede hablarse de la  Literatura de montaña como género, desligada de la de los viajes.

Aunque  tengo la impresión de que la literatura de montaña, como género  recién nacido,  todavía espera a su Homero, o a su Conrad con respecto al colonialismo o a su Melville con el mar o su Mark Twain con los ríos, o su Daniel Defoe, Jonathan Swift o Stevenson  con los microcosmos de las islas. Opino, que de momento la ficción no ha entrado en ese territorio magnífico con toda la fuerza que debería.


7)      Algo personal.
Podría decir que en la lectura de  El Viaje al centro de la tierra, de Verne, descubrí algo fantástico que influyó posteriormente en mi vocación de escritora. No fue así.
Ni subir al Teide. Ni ver el Mulhacén desde las ventanas de la Alhambra.
 Debo reconocer que para mí, como    escritora,  los montes están asociados con el ciclismo y con la épica.
Naranco de Bulnes
Caí rendida ante Dino Buzzati
1949, pendientes del Izoard (Francia) Alpes, duelo Bartali- Coppi.
Y me di cuenta de qué significa ser escritor: contar bien las cosas. Cualquier cosa bien contada es atractiva, y al revés, hasta la aventura más épica puede ser aburrida si se cuenta mal.
Puy de Dome. Nevers, Marguerite Duras, Hiroshima mon amour, Influencia en Noches de Obon.

8)      Pero si pienso en los montañeros me pregunto,
¿Por qué?
Edurne Pasaván,
Edmund Hillary
Champolion (idiomas hebreo, árabe, siriaco y caldeo a los 10 años, añade copto, italiano inglés y alemán, latín, griego antiguo), Andrew Wills, Amunsen y Scott, Colón, atletas olímpicos, Alejandro Magno, Einstein estaba obsesionado con la luz y Newton también, Faraday por la relación electricidad-magnetismo, Arquímedes…Mallory preguntado por qué intentaba  subir al Everest por tercera vez (sin conseguirlo), contestó “porque estaba allí”.
Teoría: Obsesionina (serotonina, dopamina, endomorfinas,  ferohormonas estimulantes naturales.

Pero  hay mucho  más que obsesión. Las montañas, los polos, las selvas, los desiertos, son lugares inhóspitos,  donde escasea el alimento y el cobijo, donde una simple tormenta puede acabar con la vida. Y el factor humano apenas se ha visto alterado por el desarrollo tecnológico. El grupo, el líder que empuja, el guía  y motiva, el buen humor  que ayuda a sobrellevar las situaciones siguen siendo necesarios. Pero entre todos los factores humanos que juegan a favor de las grandes aventuras, destacaría la amistad, el sentimiento que hace fácil la solidaridad. Cicerón decía que sólo en el peligro se conoce al verdadero amigo. En el negocio efímero de la supervivencia, la amistad es la mejor de las técnicas para alcanzar el objetivo y salir con vida.

9)      No sé si escribiré alguna vez específicamente sobre montañas, pero podría ocurrir, aunque no vaya a ser nunca montañera. La escritura como la lectura son procesos de empatía, de ponerme en el lugar del otro, ya sea ese otro un asesino en serie, una víctima del asesino, una princesa rusa, un capitán inglés o una escaladora.  Luego a documentarse. Y en todos los relatos hay un momento en que la documentación y la imaginación del autor se funden y no sabría muy bien decir dónde empieza una cosa y termina la otra. Podría  escribir acerca de una montaña en la que  jamás estuvo y sentir soledad y frío y paz como si estuviera allí. Esa es la impostura del escritor.