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viernes, 21 de diciembre de 2012
jueves, 20 de diciembre de 2012
Vicente Gallego Socio de Honor de Concilyarte
Al concluir la Jornadas "No hay Muerte para el que ama", el poeta y amigo Vicente Gallego fue nombrado Socio de Honor de nuestra Asociación. Desde aquí queremos agradecerle la colaboración en muchos de nuestros actos.
martes, 18 de diciembre de 2012
Presentación de "La Mano Pensativa" de Blas Muñoz Pizarro.
Fue para mí un placer presentar el libro "La Mano pensativa" de Blas Muñoz, compuesto en su mayoría de haikus, senrius y tankas, pues es una forma de poesía con la que me siento muy identificada. Como siempre la SGAE nos acogió con su gentileza acostumbrada.
El jurado
compuesto por Daniel Aldaya Marín, Javier Asiain Urtasun y Victor Izco Cruz
otorgó a "La mano pensativa" el premio
Angel Martínez Baigorri 2o11, en su vigésimo octava edición convocada por el
Excmo Ayuntamiento de Lodosa.
La ajena
copa
La mano que
fue espada
En otra mano
La luna de
la calle
Dime, acaso
no bastan?
Esta mano pensativa, que aparece explícita en
el primer poema e implícita en el último, sigue asomando de cuando en cuando
entre los versos durante todo el proceso, tanto de forma directa como
indirecta:
Sobre la
yema
Del dedo
corazón
Beso tu
beso.
Toco mis
libros
Y en mi
memoria
Un bosque de
versos se deshoja.
Lluvia
nocturna
Cabrillean
las luces
En el
asfalto.
Son versos
también impregnados de silencio. Fue precisamente nuestro querido amigo José
Luis Parra quien en la Antología “Tertulia de Haiku” describió esta forma
poética de la siguiente manera:
El silencio
se esconde
Para
escucharlo.
Huele a
silencio
En las hojas
brillantes
De los
magnolios
Su escritura
posee además las características que debe poseer todo buen haijin:
Estar
atento, ser un espectador arrobado, exento de ego, sin alardes, que perciba las
cosas en su ser total, algo que los japoneses llaman “somo-mama”. Dice Blas
Muñoz:
Vuela una
garza
En su frágil
belleza
Muere la
tarde.
Pasa una
nube
Se oscurecen
los tilos
De la
rotonda.
Y
encontramos también algún haiku de “mui”
o de lo que no sucede:
y el haiku
se evadió
aire en el
aire…
Granado, naranjo, tilos, lluvia, viento, hojas caídas...
Y es patente
por ejemplo en el haiku de primavera:
Sigue el
cauce del río
Una
cigüeña.
Tendido
eléctrico
Crepúsculo,
gorriones
El
pentagrama.
Los ojos de
Blas captan las luces y las sombras que oscurecen los tilos o que dibujan las
nubes y la luna, el agua que desborda los narcisos…o el toque de color de un
petirrojo en un granado desnudo.
Pero también
los demás sentidos están alerta entre los versos:
Canta una
alondra…un perro ladra….el mar huele a naranjo…
Y es ya en
la segunda parte: “Senrius del sueño de la tierra”, donde se permite
la licencia de esta forma poética e introduce el tacto, que ya hace una alusión
más directa al yo:
Paso la mano
por el vaho
del espejo
y nada
cambia.
más allá de
los sueños
cuando se
rompen.
El paso del
tiempo, la nostalgia o el azar, aparecen en esta segunda parte y continúa el
tema amoroso con el tanka, en la tercera parte donde los ojos del poeta
encuentran balcones azules y gritos de geranios rojos de ausencia, enredaderas
y lunas menguantes alhelíes junto a jazmines y volvemos a encontrar aquí las
manos, llenas ya de la luz crepuscular:
La misma luz
crepuscular que parece irradiar el poema que cierra el libro. “Como otras
veces”, y habla de ese poema eternamente inacabado, pues como dice Blyth, “nada
hay que decir, pero hay que decir la nada” y que corrobora con la cita de
Octavio Paz que Blas Muñoz introduce en
la última página.
Si la obra
comienza con un soneto -forma puramente
occidental- termina con un poema de sabor totalmente oriental.
El poeta nos
confiesa haber escrito este libro paralelamente a “Viva Ausencia”, para
descargarse de la concisión formal del soneto y la décima, buscando así la frescura y simplicidad del
poema japonés. Efectivamente este libro nos ofrece un poco de “descanso”. Con
él contemplamos la belleza sin esfuerzo y dejándonos llevar de su mano,
sentimos, olemos y percibimos la maravilla de la naturaleza y compartimos el estupor
del amor.
Erigido
sobre una cita del poema central de la mirada de Jano, nos hace penetrar en ese
bosque por donde el hombre pasa de la luz al olvido y siempre sólo. Como lo
cita con el haiku de ISSA:
.
El ruiseñor
canta
pero yo
estoy solo.
...y que abre
la parte central del libro titulada “Tal vez otra Luz”.
En
definitiva, este libro nos invita a la contemplación y nos hace comprender que
el haiku no es sólo una forma de escribir: es un camino, una forma de recorrer
ese bosque por donde discurrimos solos desde la luz al olvido y donde al final
se extinguirá nuestra sonrisa y dejaremos algún poema inacabado, algún poema
para la tierra, para el agua, para el viento o para el fuego.
lunes, 17 de diciembre de 2012
Poema de Antonio Praena cedido para las Jornadas sobre la Muerte en la SGAE
PERO NO
Estoy lleno de muertos,
de perros muertos y hombres muertos.
Mi corazón es un inmenso cementerio
de perros y de hombres cuya carne
se pudre y se confunde: soy el mundo
y el tiempo en el que el mundo se disuelve.
Podría contagiarme de esta podre,
abrir mis duros ojos con espanto
dejando que la luz partiese de ellos
y ser un muerto más de abiertos ojos
al terror del vacío.
Pero no:
el mundo no es tu oscuro corazón.
No cabe en tu sepulcro la belleza.
No te has dado la vida, te precede
y habrá de conservarte cuando acabe
la oscura vanidad que hay en tus ojos.
Hay pájaros ahí fuera. Está la tarde
dorada destellando en las esquirlas
de nubes y de antenas. Está el viento
jugando con las hojas, y en la hierba
dos perros son sustancia compartida
por un nudo de carne que los une
a un trance que no puede detenerse.
Grita hondo, revienta tu camisa.
De lejos eres gloria innumerable.
No hay muerte en la que quepa tu misterio.
El poema fue recitado por Rafael Correcher
domingo, 16 de diciembre de 2012
Extracto de la charla de Juan Ballester sobre la Muerte en el salón de actos de la SGAE.
… Otro de los temas en los que se tocan la ley con la Muerte es en el tiempo que deben estar los cadáveres de cuerpo presente dado el temor ancestral de los hombres a ser enterrados vivos.
La Ley del Registro civil establecía que debíamos estar al menos 24 horas desde la muerte clínica, pero recientemente se ha suprimido ese plazo de un día que nos daban para despedirnos de los cadáveres de nuestros seres queridos, antes de ser enterrados, incinerados o sumergidos en alta mar, que son los tres destinos que recoge el artículo 6º del Reglamento de Policía Mortuoria estatal.
Para documentarme sobre este tema he encontrado en la Wikipedia (que como saben significa enciclopedia que puede ser modificada desde dentro), una entrada o voz, Ataúdes de seguridad, en donde se leía que el conde belga Karnice-Karnicki ya había patentado un sistema de rescate para personas que habían sido sepultadas vivas. Patentado en 1897, se trataba de un sistema mecánico bastante rudimentario colocado en el ataúd que detectaba movimiento en el pecho del fiambre haciendo que saliera una bandera en la superficie del cementerio mientras sonaba una campana inspirado en la feria del tiro al blanco.
La novela El efecto Star lux contiene una reflexión sobre lo parecidos que son un bebé que acaba de nacer y el cadáver de un hombre recién fallecido precisamente partiendo de esa coincidencia entre el plazo inicial de 24 horas que debemos vivir para que el Código civil nos considere personas (nadie es persona sino un feto hasta que vivimos completamente separados del claustro materno durante 24 horas), y ese plazo final de 24 horas que debíamos estar de cuerpo presente ahora suprimida.
Germán, un forense y su novia Arantza, ginecóloga, dos tortolitos tocados del ala por la pérdida repentina de un ser muy querido, tratan la cuestión de las similitudes del neo-nato con el neo-muerto afirmando que quedan con cara de que no han roto un plato después del tremendo trauma que supone nacer o morir. Tras conocerse bien, se dan cuenta de que sus trabajos, dar la bienvenida a este mundo y de sellar el pasaporte a los que se marchan, que parecen tan dispares, tienen muchas cosas en común.
En un duro artículo de prensa llamado Ni un solo día se critique la supresión del plazo de un día ya que dicen muchos tanatólogos que dedican su vida a estudiar el morir y a ayudarnos a llevar el desconsuelo de la pérdida de los seres queridos -como Elisabeth Kubler-Kros-, que a los cadáveres hay que abrazarlos, besarlos, velarlos y aclarar con ellos todo lo que tengas que aclarar, sobre todo si eres un niño. Además la reforma legislativa ha provocado la comercialización masiva de féretros de seguridad para el caso de resurrección, la mayoría con antena de móvil y cristal frontal rompible.
Por mucho que disponga la ley y que permita nuestro lenguaje, que distingue los verbos Ser y Estar que no existe ni en latín o inglés, la crónica de las personas comienza cuando dejan la bebé sobre el pecho de su madre y la biografía no termina hasta que nos dan sepultura, ya que las vivencias con un cadáver pueden modificar la memoria de las personas antes de que se haga indeleble con la sepultura…
Agradecemos a Juan Ballester el haber participado en estas Jornadas y desde Concilyarte le deseamos el mayor de los éxitos en su nueva andadura literaria.
Fotografías: Juan Ballester firmando ejemplares en el Oceanográfico de Valencia
Lectura del acta de los premios de la crítica.
Juan Ballester nombrado Miembro de Honor de Concilyarte.(Con Mila Villanueva, Gloria de Frutos, María José Pastor y Rafael Correcher.
Agradecemos a Juan Ballester el haber participado en estas Jornadas y desde Concilyarte le deseamos el mayor de los éxitos en su nueva andadura literaria.
Fotografías: Juan Ballester firmando ejemplares en el Oceanográfico de Valencia
Lectura del acta de los premios de la crítica.
Juan Ballester nombrado Miembro de Honor de Concilyarte.(Con Mila Villanueva, Gloria de Frutos, María José Pastor y Rafael Correcher.
sábado, 15 de diciembre de 2012
Exposición de María José Pastor en "Jornadas sobre la Muerte en la SGAE"
El título de esta charla nació de este
proyecto. Un día se me ofreció como un regalo cuando ya había abandonado los
pensamientos y dejé que se hablaran la medicina y la poesía.
Fue entonces cuando surgió la esperada zona
de transición, la esperada disolución de los límites, el territorio
instersticial entre las células, donde confluyen los líquidos nutricios y los
desechos.
Apareció ante mí la relación que luego
sería el hilo de mis palabras. La muerte celular o quizás las muertes
celulares. La necrosis, la apoptosis y la desdiferenciación y sus
correspondientes correlatos poéticos.
La necrosis celular como proceso irreversible y violento junto a la consideración de sus distintas causas - isquemia, traumatismos, radiaciones ionizantes, sustancias químicas, agentes infecciosos, inmunológicos, alteraciones genéticas- se me ofreció como un proceso colectivo. Se muere una célula sí, pero el agente está actuando también en las células vecinas. Podría decirse que la necrosis tiene un aspecto social y un aspecto político.
Sin la posibilidad de arreglar el mundo,
sin pretensión de ello, la poesía está rozando siempre la sociedad, la
actualidad, lo roza todo.
publicidad subliminal
tapizan día a día las paredes
la íntima del endotelio.
Los productos oxidados erosionan las
membranas
las plaquetas obturan la estrecha luz.
No hay crédito
para familias sumidas en el paro.
El drástico desahucio sigue al trombo
la brusca detención y la necrosis.
En la calle los bártulos se tienden
en un asfalto dolido por la anoxia.
La membrana plasmática de las células
permanece intacta. La célula muerta se elimina rápidamente, antes de que su
contenido se escape, y por lo tanto la muerte celular por esta vía no suscita
una reacción inflamatoria en el entorno.
sino el último toque de materia
en las yemas desnudas y no brota
en el tallo la rama y si la savia
no recorre ya el cauce abandonarse
sobrevolar el cielo mar adentro
con vuelo de gaviota detenerse
sobre el umbral sujeto a la deriva
de la puerta que nos conduce a qué.
Y por último ví el proceso de
desdiferenciación celular en su metafórica relación con la muerte.
Una célula adulta diferenciada en un linaje
específico: piel, hueso etc, ha cambiado sus patrones de expresión génica y ha
silenciado los genes de la pluripotencia. Por diversos procedimientos se puede
obtener la desdiferenciación de las células de modo que vuelvan a su estado embrionario y adquieran de nuevo capacidad para
dar origen a todas las células.
La
desdiferenciación podría considerarse una muerte de la identidad celular. Una
muerte del ego. La indiferenciación en el zen es el estado en el que no hay
fronteras con el exterior. El
ser se organiza como una unidad sistémica con su entorno. El individuo se funde
con el ambiente y no existe el sufrimiento de sentirse separado. La angustia,
la conciencia del individuo es la membrana que le separa de lo demás.
Según Valente hay
en todo individuo una nostalgia originaria de lo informe, la añoranza tal vez
de un estado de fusión anterior al pensamiento lógico de las categorías éticas,
morales y otras no racionales.
Cómo a partir del yo de la frontera
de la definición en la más extrema rama
donde tan sólo el cielo y tú.
Donde eres órgano
de azul y savia que jamás
podría ser un niño.
Donde eres célula de páncreas
destinada al ámbito del páncreas
lecho del vaivén caprichoso de la glucosa.
Donde eres pieza sola
rígido saco con poros pero al fin saco
de angustia magma que te define
y escribe el límite entre el aire
y el hueco oscuro de los sucesos.
Fotografías en tus paredes
y un transitado cable de memoria.
Cómo matar el yo y desleírse
en el agua azucarada del exterior.
viernes, 14 de diciembre de 2012
Lectura de Vicente Gallego en las Jornadas "No hay Muerte para el que ama"
Qué es la carne cuando no la sepultamos bajo el peso muerto de los conceptos? ¿Nos lo hemos preguntado alguna vez? ¿Hemos llegado acaso a tomar contacto con ella, con la nuestra y con la del otro, en el curso de ese abrazo donde estamos interponiendo entre piel y piel, entre hueso y hueso, la frontera de nuestros nombres -de ese puñado de letras-, y seguimos levantando la muralla con la paja de las opiniones acerca del que nos parece su propietario de pleno derecho? Algo muy puro y vivo está palpitando debajo de esos embozos con que cubrimos nuestros cuerpos -con que los delimitan nuestras ideas-, algo inmenso que a nadie pertenece, que no podrán nunca encerrar unos acomodaticios apellidos. La carne es un aroma, un tacto cierto, una temperatura extrema de la vida; la carne quema, se funde en el gozo de la carne porque es una y es la misma en el anciano y en el niño, en las hojas, en el agua de los ríos y en las piedras. La carne no tiene edad, el cuerpo universal no se hace viejo, porque está muriendo y renaciendo a cada instante. ¿Estáis ya con nosotros, en el interior de ese abrazo donde un mismo aliento nos anima? ¿Podéis sentir la tibieza de una sola sangre, de un solo escalofrío recorriendo este valle de lágrimas y rosas? Las duras costillas encajan suavemente, los pechos se levantan, se unen inspirando el aire del portento, y se hunden luego en su infinita ausencia al espirar con lentitud, permitiendo que los mundos se desvanezcan como el aire. ¿Hay algo fuera, separado de este abrazo, algo que no le pertenezca, una brizna de la vida o de la muerte? En el momento en que le quitamos al cuerpo la máscara del nombre -y parecerá mentira de tan notorio, de tan tangible como es-, estamos abrazando carne de nuestra carne, pues no hay manera de deslindar dónde termina una provincia y comienza la otra en este país igualitario del abrazo sincero. Ante él se han rendido las picas, los nombres, que con ser poca cosa, un ciego día pretendieron dividir al ser. Y si verdaderamente hemos puesto a los nombres en su sitio -que lo tienen, y muy hermoso, mientras no traten de ocupar el corazón de la vida y obligarlo a su régimen separativo-, si hemos metido en cintura a los nombres, vengan ahora a asistirnos para que podamos cantar que, en este abrazo, somos uno con todo lo nombrado. A esta profundidad del alma, en la pura epidermis del amor, del abrazo cósmico, los nombres trasparecen y el tacto infalible del conocimiento siente por primera vez lo que es el cuerpo: abrazados a su igual, los cuerpos se ensanchan para abarcar la entera humanidad, la carne una; los pies echan raíces en la tierra hasta tocar el centro del planeta; los cabellos se han prendido de las greñas plateadas de los astros; los vientos nos desatan, las aguas nos deslíen, el fuego nos toma la palabra, corremos con el potro, meditamos con la montaña, y no hay un solo átomo, un milímetro de mundo, que quede fuera de este abrazo. Lo que, siendo uno, no tiene nombre que le haga justicia, el cuerpo cósmico de la realidad, abre ahora nuevamente los brazos y se nos entrega como flor, como pájaro, como hombre, como tierra y como cielo, pero ya sin confundirnos. El pájaro no es pájaro, y es así en nuestra certeza el pájaro verdadero. Hemos olido la flor, y estábamos oliendo una de las diez mil corolas del alma. Hemos visto a los hombres, y no había más que uno en toda la extensión del universo: el hombre flor, la flor humana; el hombre tierra y cielo, abierto a los cuatro puntos cardinales y sin embargo reunido en sí, enteramente presente en cada hombre y en su final ausencia, en un grano de arena.
jueves, 13 de diciembre de 2012
Presentación de las Jornadas sobre la Muerte en la SGAE por Gloria de Frutos
Fue para mí un privilegio compartir mesa
con Juan Ballester, Mª José
Pastor y Rafael Correcher que disertaron sobre diversos aspectos
de la muerte, como también ha sido un regalo
escuchar a la
actriz Sara Juarez miembro de
Concilyarte que nos ha leído un
poema de Nikos Kavadias para iniciar
estas jornadas.
Cuando he comentado con
algunas personas la preparación de
unas jornadas sobre la muerte, había una primera reacción de
estupor. Bueno, la idea de estas jornadas surgieron tras el recital “El
sentimiento de la realidad” en el que
intervinieron varios poetas, entre ellos, Vicente
Gallego recién llegado de un congreso
sobre la muerte que nos comentó algunos aspectos de su experiencia. Mila Villanueva, presidenta de
Concilyarte, con su
acostumbrada clarividencia
vio que era un tema con suficiente arraigo en la
cultura de todas las
sociedades como para dedicarle al
menos dos días, aunque daría para llenar
muchos más.
La muerte es la única certeza
que tiene el ser humano, ni siquiera el nacimiento es cierto pues de ello depende una
serie de circunstancias que dan paso a
un ser vivo, con lo que a veces
uno tiene la impresión que es
una suerte haber nacido. Sin embargo la muerte no
depende más que del tiempo. Juan Gil-Albert afirma
en su “Breviarum vitae” : Suprimid
la muerte de nuestro horizonte y la sensación de un vacío insoportable nos sobrecoge;
reponedla en su lugar y cada
segundo se nos llena de nuevo de
angustia, de placer, de deseos. En una palabra: de vida”. El ser humano ha llegado a
aceptar con dignidad la muerte, pero no el malogro de sus ansias, morir se comprende, pero haber
nacido para fracasar repugna a la
razón.
Por eso quizás tratamos de ignorar
la
muerte cuando hablamos de ella
por medio de eufemismos
como: la otra vida, la otra
cara de la vida, la
otra orilla, el sueño eterno o
la dama
de negro, y materialmente maquillamos el rostro de la muerte
y la contemplamos a través de un
cristal en los modernos
tanatorios. Sin embargo,
en el discurso coloquial
la nombramos continuamente
sin inmutarnos, por ejemplo decimos: “
me muero
de pena”, me matas de risa, me
muero de hambre, yo misma cuando me dicen algo
inesperado que me asombra
exclamo: me has dejado
muerta. Hay miradas que
matan y tiempos muertos; en tauromaquia se habla de la suerte
de matar. Es decir la vida y la muerte están íntimamente unidas en el lenguaje como decía Alejandra Pizarnik: “Me pruebo en el lenguaje donde compruebo el peso de mis muertos”.
Y es que
cuando se pierde a un ser cercano y querido hay un punto de inflexión
en todos nosotros que influye en la manera de
afrontar el futuro y en el modo de
expresarnos verbalmente.
Bien, pues a través
del lenguaje vamos a tener la
posibilidad de escuchar diferentes puntos
de vista sobre la muerte, en primer lugar Juan Ballester nos hablará de la Muerte
y la ley. Juan Ballester es abogado, desempeña su labor profesional como Registrador de la
propiedad, y además es un escritor de éxito como ha
demostrado al ganar el premio de la
crítica valenciana con su
novela “El efecto Star Lux”. A Juan
Ballester empecé a
conocerle primero leyendo entre líneas su novela porque solo la
ficción es fiel a la realidad y más tarde le conocí personalmente en Peñíscola, en valencia nos
hemos visto un par de veces y me
arriesgo a afirmar
sin temor a equivocarme que
Juan mira a la muerte de frente convencido como decía
Borges que “ la muerte es una vida vivida y
la vida una muerte que viene” y
que sin preguntarse cómo ni cuándo ni qué viene después, vive intensamente cumpliendo así el destino del
ser humano, según la ética y la
estética que no es otra cosa que buscar la felicidad en
todo cuanto hace. La ventaja de
ser así es que contagia a los que le conocemos una vitalidad extraordinaria.
Mª José Pastor es Médico analista
y poeta, miembro de la
junta directiva de CLAVE y de Concilyarte,
pertenece a la asociación El sueño del búho y Amigos de la poesía, es autora de un libro de poesía titulado “Esporas
de cordura” y tiene obra
publicada en diversas antologías como la de El
sueño del búho y
Poemario. Como no podía
ser de otra manera su ponencia se titula “Poemas
de la muerte celular”
M. José posee una habilidad asombrosa para ver el doble
sentido de las cosas a través del lenguaje, Puede que
realizar su trabajo observando por el microscopio la vida en pequeñas
diócesis le haya dotado a lo
largo de su
experiencia profesional de una
visión tan especial y tan llena de ironía que asombra a
todos cuanto tenemos la
suerte de compartir mesa y tertulia con
ella. Por eso creo que si las células fueran poetas dirían lo que
esta tarde vamos a escuchar en la voz
de M José Pastor.
Rafael
Correcher también pertenece a la junta directiva de Concilyarte, es Diplomado en
relaciones laborales, trabaja como asesor fiscal y es poeta. Lo que le convierte en un
funámbulo entre cifras y
metáforas que le obliga a veces a
saltar al vacío por medio de
la literatura. Rafael logra el equilibrio con “Azul de los lápices” y gana el premio de poesía Cesar Simón el año 2008 y su obra
está antologada en diversas antologías
como Polimnia 222, por “Donde pasa la poesía” y Poemario.
En
junio de 2009 participó en la exposición “Artistas por la Declaración Universal
de Derechos Humanos” realizada en el Café Galería de Valencia.
Ha participado también en diversos recitales y ha realizado charlas sobre poesía en Institutos de ESO y Escuelas para Adultos.
Ha participado también en diversos recitales y ha realizado charlas sobre poesía en Institutos de ESO y Escuelas para Adultos.
Recientemente ha
sido finalista del Premio
de poesía Ciudad
de Badajoz y del Loewe.
Rafael Correcher nos hablará
de “Miguel Hernández, amor,
solidaridad y trascendencia”
Los actores Sara Juárez y Daniel Machancoses en las Jornadas sobre la Muerte en la SGAE
Sara Juárez y Daniel Machancoses en un momento del recital de piano y poesía con el que nos acompañaron en las Jornadas sobre la Muerte en la SGAE
miércoles, 12 de diciembre de 2012
Exposición de Rafael Correcher en "Jornadas sobre la muerte en la SGAE"
MIGUEL
HERNÁNDEZ: AMOR, SOLIDARIDAD Y TRASCENDENCIA.
Nos
dice Wislawa Szymborska, en sus palabras pronunciadas al recibir el premio
Nobel de Literatura, que en un discurso lo más difícil es la primera
frase.
Ya
he dejado atrás mi primera frase, pero presiento que también las siguientes
serán difíciles, la tercera, la sexta, la décima, así hasta la última, porque
tengo que hablar de poesía, pero también de un hombre extraordinario: de un compromiso de amor, solidaridad y
trascendencia.
Escribir
este pequeño ensayo queriendo dar una visión de su vida, tan alegre en
ocasiones pero tan dolorosa en otras, e intentar hacerlo en tan corto espacio
de tiempo se me antojaba una tarea muy complicada.
Tenía,
he tenido la sensación durante estos días, de querer hablar, de querer escribir
tantas cosas de mi poeta, que los argumentos y las palabras se amontonaban unas
sobre otras oscureciendo la luz que yo pretendía dar a este escrito.
Entonces
recordé unos versos que siempre han estado presentes para devolvernos la imagen
de su lucha, de su corazón entregado a la adversidad, al sufrimiento y al amor.
Ese
“tanto
penar para morirse uno” que hemos escuchado tantas veces en boca de
amigos de nuestro entorno, quizás expresados de otra manera, pero con el mismo
significado que tuvieron para Miguel; un hombre como los demás, con parecidas
virtudes, con similares defectos. Con la misma necesidad de trascendencia a
través de su materialidad finita, con la misma intención de formar y sentirse una
parte más del mundo que le rodeaba.
Unos
versos que se repiten atravesando el tiempo y que ya están presentes en su admirado Góngora:
…no solo en
plata o viola troncada
se vuelva, más
tú y ello juntamente
en tierra, en
humo, en polvo, en sombra, en nada.
Y
por eso el poeta está siempre aquí, en ese punto trascendente, por ese empeño de escapar al olvido y no desintegrarse sin
más.
Esa
perseverancia telúrica es necesaria para cumplir el ciclo de la vida. Así lo
siente Miguel, de ahí la vigencia de su pensamiento poético, de su visibilidad
y empatía con sus semejantes.
El
poeta sabe de su debilidad, pero también de su fortaleza. Reconoce que todos
llevamos tres heridas por las que sangramos.
Esa
savia roja es la que va construyendo un camino, una razón de estar y un motivo
para ser:
Me dejaré
arrastrar hecho pedazos,
ya que así lo
ordenan a mi vida
la sangre y su
marea,
los cuerpos y mi
estrella ensangrentada.
Seré una sola y
dilatada herida,
hasta que
dilatadamente sea
un cadáver de
espuma: viento y nada.
No
se puede hablar de Miguel Hernández sin sentirse identificado con este
traqueteo sanguíneo, con este eco que nos devuelve una y otra vez toda la
humanidad de sus versos, su alegría, el dolor de sentirse hombre, la luz y la
sombra…
Precisamente,
en 1960 escribía Antonio Buero Vallejo “Miguel era un hombre a caballo
entre la alegría y el dolor, entre la luz y la sombra (...) Hay poemas suyos en
los que las palabras alegría, luz, sombra, se reiteran constantemente. ¿Por
qué? Porque Miguel era ya un gran poeta trágico […] Él conoció
tempranamente, dada su extracción humilde, el dolor, y después tuvo sobradas
ocasiones de conocerlo a fondo de manera desgarradora; pero él, como verdadero
hombre trágico que era, quería a toda costa, denodadamente, alcanzar la alegría
[...] Recuerdo cómo le gustaba cantar y hasta cómo nos canturreaba cosas
divertidas y un tanto chocarreras en ocasiones; solía contar también chistes. Y
es que este hombre extraordinario era también un hombre como
cualquiera de nosotros.
Mi
relación con la poesía empezó, precisamente, de la mano de Miguel Hernández. Yo
debería tener por entonces trece años. Uno de mis profesores más jóvenes
insistió en leernos algunos poemas de un libro de tapas de cartón de color rojo
y con el dibujo del rostro de un hombre de aspecto juvenil en la portada, (un
dibujo de Miguel realizado por Antonio Buero Vallejo en la prisión de la plaza
del conde de Toreno, número 2 de Madrid).
Mi
profesor nos explicó que aquel hombre había sido pastor de cabras, que
había luchado en la guerra defendiendo
la legalidad de una Republica surgida de unas elecciones democráticas y que
murió, muy joven, demasiado joven, en la cárcel, por defender la libertad, la
cultura y la democracia.
Pero
a pesar del sufrimiento acumulado, de contemplar la muerte tan cercana, yo
sentía que en el corazón de aquel hombre no tenía cabida el odio cuando era
capaz de escribir estos versos:
Sonreír con la
alegre tristeza del olivo.
Esperar. No
cansarse de esperar la alegría.
Sonriamos.
Doremos la luz de cada día
en esta alegre y
triste vanidad del ser vivo.
Recuerdo,
a pesar del tiempo transcurrido, las sensaciones que muchos de aquellos poemas causaron
en nosotros, frases que nos sobresaltaban y nos sorprendían por su rotundidad,
por su crudeza, por su gesto tan honesto, por toda la vida que resonaba en
nuestros oídos:
Aquí
estoy para vivir
mientras
el alma me suene,
y aquí
estoy para morir,
cuando la
hora me llegue.
Varios
tragos es la vida
y un solo
trago es la muerte.
Todavía
hoy lo más atractivo de su poesía sigue siendo, quizás, su compromiso personal,
social y político que trasciende los límites de su tiempo y de su entorno, la
solidaridad que demostró con todos los que le rodeaban hasta en los peores
momentos de su vida.
Sin
embargo, fuera de ese entorno y una vez desaparezcan los sesgos de su
contingencia política, Miguel Hernández continuará siendo leído, recitado y
cantado por la profundidad de su voz poética.
No es necesario recurrir a los estudiosos de la obra
de Miguel Hernández para concluir que los tres grandes temas de su poesía son
los que él mismo declara en “Llegó con tres heridas”, poema perteneciente a Cancionero y romancero de ausencias:
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la
muerte,
la de la
vida.
Con tres
heridas viene:
la de la
vida,
la del amor,
la de la
muerte.
Con tres
heridas yo:
la de la
vida,
la de la
muerte,
la del amor.
Sus primeros años de vida en contacto con la naturaleza, una vida
casi festiva, la curiosidad, el asombro, ese “ver las cosas como si fuera la
primera vez” que sólo tienen los niños y los poetas. Después, en la juventud, el
deslumbramiento del amor, correspondido, consumado, rechazado y de nuevo el
amor como si fuera el primero, pero también llegarían las dificultades, las
desgracias con el inicio de la guerra, la muerte próxima, la ausencia de los
seres queridos, la muerte del hijo, la derrota y la cárcel.
Y el hombre vive para la poesía, al tiempo que la
poesía es el indicador de los vaivenes de su humanidad, de su pasión, de su peripecia
vital, de su obsesión poética:
“En mis años
de poeta –afirma Pablo Neruda de Miguel Hernández en Confieso que he vivido-, y
de poeta errante, puedo afirmar que la vida no me ha dado contemplar un
fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabiduría verbal”.
Miguel Hernández llenó de vida –también de muerte- el
centro de su poesía. Y la vida y la muerte –lo sabemos- configuraron la
indisoluble asociación de una biografía y de una producción literaria.
Los muertos, con un fuego
congelado que abrasa,
laten junto a los vivos de
una manera terca.
Todo lo que nace del corazón está condenado a vivir.
Todo lo que nace del vivir está condenado a morir. Sabía que, en el fondo,
nuestro mayor enemigo es el tiempo:
“Porque combato al tiempo y
el tiempo me combate”
Pero, en contra de cualquier idea almibarada y
nostálgica de la muerte, la poesía de Miguel Hernández, está llena de un
vitalismo trágico en el que todo queda envuelto por un presentimiento funesto,
por un fatalismo sobrecogedor:
Donde voy, con las
mujeres
y con los hombres me
encuentro,
malheridos por la
ausencia
desgastados por el
tiempo.
Su
visión de la muerte no nos ahoga en la negación ni nos conduce a creencias del
más allá, o del cielo. La visión de la muerte que nos transmite alcanza a la prolongación del ser en la
especie. Palabras como cementerio o huesos como símbolo de permanencia y
constancia de la especie humana:
Para el hijo será la paz que
estoy forjando.
Y al fin en un océano de
irremediables huesos
tu corazón y el mío
naufragarán, quedando
una mujer y un hombre
gastados por los besos.
Incluso,
en el dolor de los heridos, en ese otear la muerte, hay todavía una posibilidad
de aferrarse a la vida, trágica vida pero vida al fin. El poeta vuelca entonces
su mirada en la fuerza del corazón y en la esperanza:
Para vivir, con un
pedazo basta:
en un rincón de carne
cabe un hombre.
En
su libro Los encuentros, Vicente Aleixandre hace la siguiente evocación
del joven poeta:
Era puntual, con puntualidad que
podríamos llamar del corazón. Quien lo necesitase a la hora del sufrimiento o
de la tristeza, allí le encontraría, en el minuto justo. Silencioso entonces,
daba bondad con compañía, y su palabra verdadera, a veces una sola, haría el
clima fraterno, el aura entendedora sobre la que la cabeza dolorosa podría
reposar, respirar. Él, rudo de cuerpo, poseía la infinita delicadeza de los que
tienen el alma no sólo vidente, sino benevolente. Su planta en la tierra no era
la de un árbol que da sombra y refresca. Porque su calidad humana podía más que
todo su parentesco, tan hermoso como la naturaleza.
Un
hombre entregado a la causa de la cultura y la educación del pueblo que tanto
amaba: ”Hoy quiero abandonarme tratando con vosotros de la buena semilla de la
tierra”.
Participó
en las “misiones pedagógicas”, pero también leyó sus versos en el frente para levantar
la moral de aquellos hombres que hablaban tan de cerca con la muerte.
Miguel
no renunciaba a vivir la vida al máximo; conocía a los hombres y a las mujeres
de su tiempo, de sus necesidades, porque en aquellos momentos estaba con ellos.
Nunca daba la espalda a la realidad:
Conozco bien los
caminos
conozco los
caminantes
y ese conocimiento, esa
entrega sólo por amor también está en su poesía, resuena como un cañonazo:
Sólo
quién ama vuela
Antonio
Bernabéu, uno de los compañeros de juventud del poeta dice de su amigo: “La
carrera que él tenía era muy bonita: era el amor a los demás”
Como
dice Vicente Aleixandre: Miguel, era
confiado y no aguardaba daño. Creía en los hombres y esperaba en ellos. No se
le apago nunca, no ni en el último momento, esa luz que por encima de todo,
trágicamente, le hizo morir con los ojos abiertos.
Tanto
el hombre como el poeta sabían cuál era su posición en el momento histórico y
así, queda reflejada esa pluralidad solidaria y trascendente:
Nosotros no
podemos ser ellos, los de enfrente,
los que
entienden la vida por un botín sangriento…
Pero
el odio se atenúa siempre, le repugna todo aquel que se aprovecha de las
circunstancias de la guerra pero también sabe que quiere ser hombre y no una
fiera porque “el hombre es el primero de los conocimientos”.
Sufre
en las prisiones: las cárceles se arrastran por la humedad del mundo y como
hombre necesita la libertad: ser libre es una cosa que sólo un hombre
sabe.
Amor,
solidaridad y trascendencia en un hombre que sabe serlo, en un poeta que
escribe:
Pintada, no vacía;
pintada está mi casa
del color de las
grandes
pasiones y desgracias.
Miguel
Hernández es una ciudad con una puerta a la aurora, otras más grandes a la
tarde, y a la noche inmensa otra.
Es
un universo y muchos: la luna, el toro, el viento, la tierra, la luz, la
sombra, el amor, la muerte y la ausencia.
Pero
siempre, infinitamente, un rayo que no cesa.
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