PRESENTACION DE LA OBRA POETICA DE ADA
SALAS
Por Rafael Correcher
Decía el
filósofo Gastón Bachelard que “sólo se posee el mundo cuanta mayor
habilidad se tenga para miniaturizarlo, y que se debe rebasar la lógica para
vivir lo esencial escondido dentro de lo pequeño”.
Quizá por eso
responde Ada Salas, a sus alumnos de secundaria cuando le preguntan para qué
sirve la poesía, con un escueto: “para nada, por supuesto”.
Para nada, al
menos para nada de lo que ellos entienden por útil, claro que no debemos
confundir lo útil con lo esencial.
Esencial si
consideramos que la poesía es un elemento de análisis, una manera de ver y contextualizar
el mundo.
Ada Salas conoce,
y utilizo ahora sus palabras, que “la escritura del poema nace de un deseo de
deslumbramiento y afirmación propios, de una infinita curiosidad, de un deseo
infinito. No es nunca una respuesta, es siempre una pregunta”.
Ada traza un
itinerario que es BUSQUEDA CONTINUA, espera y alumbramiento poético de esa otra
realidad personal de la que hablaba Baudelaire cuando enunciaba que “yo
es otro”.
“Quisiéramos una certeza” escribe Giuseppe Ungaretti en uno de
sus versos. Tal vez la poesía sea eso, tocar esas pequeñas luces en la
superficie de las cosas, aunque sea, tan sólo, con la punta de los dedos de una
infinidad de preguntas que alientan en los versos que leemos, en la obra de
determinados poetas que nos sacuden de la rigidez o la excesiva felicidad del lenguaje,
de la anécdota circunstancial o del mero accidente subjetivo.
Por ello, Ada
Salas transforma su trabajo en tensión y guardia poética, teorización del
desdoblamiento, ya que cuando escribimos, somos “otro” y la poesía construye esa dimensión, ese abandono hacia lo
errante.
Ella sabe que la
palabra es un bien escaso, necesario, de un valor incalculable. Esa fue la
percepción que tuve cuando llego a mis manos, en el año 2003, su libro “Lugar
de la derrota”. No exagero lo más mínimo si os digo que aquél libro fue
para mí un verdadero descubrimiento, un puñado de versos, no demasiados, exactamente 341 y algunos de ellos,
muchos, limitados a una sola palabra que adquiría importancia sustancial en el
desarrollo del poema.
Juzgad por
vosotros mismos:
Y para qué esta herida
esta abertura umbilical
por donde entra y sale
la claridad del mundo
si no me quedan nombres
ya
de tanta transparencia.
Fue un encuentro
importantísimo, os lo digo como lector y
como el aprendiz de poeta que, por aquel entonces, y aún hoy, empezaba a
perpetrar versos en el Taller de Poesía de la U.P.V. acogido por la mano
generosa e inflexible de Elena Escribano.
Fue el
tratamiento del espacio en blanco, del silencio entre versos, el hallazgo en la
palabra solitaria perfectamente situada en el poema, en el punto exacto, la
sobriedad y sencillez, la depuración del lenguaje, el enorme trabajo que
significa encontrar la palabra justa, medida… ¿sabéis el esfuerzo tan arduo, la dificultad que entraña este empeño?,
Conocí a Ada en
el año 2006, vino a nuestro taller y recuerdo que con infinita ingenuidad le
dije “Ada, me gustaría escribir como tú” a lo que ella respondió con una mirada
feliz y agradecida: “macho pues vas apañao”.
Anécdotas al
margen, la escritura poética necesita plantear alternativas y entablar un
diálogo con otros poetas, con sus silencios y revelaciones, con sus hallazgos
pero también con sus temores e indecisiones porque, como bien decía Eugenio
Montale: “El lenguaje de un poeta es un lenguaje historicizado, una
orrespondencia. Tiene valor en cuanto se opone o se diferencia de otros
lenguajes.”
Y traigo a
colación esta cita porque gracias a Ada conocí el trabajo de José Ángel
Valente, mentor y amigo de nuestra poeta.
Fue una cadena
que, como digo me llevo de Ada a José
Ángel Valente y de Valente a mis queridos herméticos Quasimodo, Ungaretti y
Montale.
Fijaos pues el
detonante que supuso para mí conocer a Ada Salas, por ello le estaré
eternamente agradecido.
Después, otro
feliz encuentro con la obra de Ada, esta vez en forma de notas, “Alguien
aquí: notas acerca de la escritura poética”. Se trata de reflexiones
dispersas, meditaciones sobre lo escrito en su poesía, anotaciones tomadas en
cuadernos de forma paralela a la escritura y que posteriormente se convirtieron
en libro, para, en palabras de Ada “ayudarme a dilucidar qué me traía entre
manos.
En sus páginas
encontré cuestiones relativas a la creación poética, el proceso, su
significación, la incertidumbre y la duda, de cómo escuchar el sonido, de la
necesidad del silencio, de la imperfección del poema, de la belleza de su ininteligibilidad, de la necesidad de
escribir, de la desposesión del poema que anula al autor y se impone a él hasta
borrarlo, palabras que después encontré también en unos versos del nobel de
literatura Tomas Transtromer que permitidme
reproduzca aquí:
Fantástico sentir como el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja del nido.
El poema está listo.
En la lectura de
“Alguien
aquí” diré que, finalmente, pude reconocer a un igual que peleaba como
yo con las palabras y que tenía los mismos temores e inseguridades a la hora de
comenzar a escribir.
Después, en 2007
llegaría a mi biblioteca un nuevo amigo “Esto no es silencio” y sus poemas, más extensos quizás pero
igualmente fieles a la trayectoria de Ada:
un discurso continuo/emana de las cosas/
universal, sin apariencia, inaudible…
en sus versos,
el paisaje que me recordaba los versos de José Ángel Valente, ”cruzo
un desierto y su secreta desolación sin nombre”.
También el deseo
de claridad y de nuevo el asombro, el ruego y la importancia de la palabra que
no se puede malgastar, que no se puede pronunciar en vano, un raro animal que a
veces rezuma impotencia, incapaz de abarcar sentimientos, cuerpo deformable,
vencido por el ácido de una lágrima, del dolor, como en este magnífico poema:
Leo a Caeiro y Caeiro me enseña
de nuevo
lo que olvido. No importa de qué hablen
estos versos. Importan estas lágrimas
tan torpes
que primero deforman las palabras
después mojan despacio
las mejillas
un poco sin destino. Y no importa
por qué. Debe ser el efecto
de la condensación. De no sé qué
contraste
entre el calor y el frío
porque algo semejante le ocurre
a la ventana.
Si toco
con el dedo
cae
una gota que abre un pequeño
camino
de claridad y asombro.
Y ahora, en mis
manos, el último poemario de Ada Salas: “Limbo y otros poemas”, difícil,
exigente, donde todo está medido, versos en ocasiones de 1 sola palabra,
característica de Ada, fragmentaciones, encabalgamientos del imparisílabo,
espacios en blanco, elocuencia de los silencios. No sobra ninguna palabra, no
faltan, ESTÁN LAS JUSTAS, LAS ESENCIALES. Todo medido aquí, en estas páginas y
también alusiones, otra vez, a la insuficiencia del lenguaje en estos versos:
El muro/ en que viene a parar todo
lenguaje
o en estos
otros:
“No/ el dolor no se puede contar. El
dolor es abstracto-incontable/
Fiel a si mi
misma, Ada Salas, ajena a modas y veleidades, porque la poesía es poesía, no se
etiqueta el silencio, tampoco el buen hacer y la honestidad de esta mujer para
con sus lectores.
Quisiera
terminar esta presentación con unas acertadísimas palabras extraídas del ensayo
“el espacio literario” de Maurice
Blanchot:
“El poema no es esa palabra, es
comienzo, y la palabra no comienza nunca, pero siempre dice otra vez y siempre
vuelve a comenzar. Sin embargo, el poeta es el que escuchó esa palabra, el que
se convirtió en la unión, en el mediador, el que le impuso silencio
pronunciándola.
(Rafael Correcher)
Librería Ramón Llull, Valencia, 30 de mayo de 2014