lunes, 30 de junio de 2014

En el silencio de la bodega (Por Elena Torres)

De izda a dcha: Mila Villanueva, Elena Torres, Gloria de Frutos y Juan Ballester.
Un aspecto del jardín con el público que acompañó el acto.


Patrocinado por Bodegas Clos Mont-Blamc, se presentó el poemario de Elena Torres "En el silencio de la bodega", en los jardnes del palacio de Pineda, en el pasado mes de Junio, .con la asistencia de nuestro socio de honor Juan Ballester. Gloria de Frutos y Ana Noguera se encargaron de la presentación del acto.

Y bajaremos por el Arrabal
de los cinco sentidos
a celebrar la fiesta
de la más sonora alegría.

A degustar intensamente
el oro rojo
con matices de seda
del suave aroma de la vida.

Y en la oscura bodega
mientras brinda el silencio,
se forjará el alma del vino
 en las añadas de otro sueño.

Elena Torres




sábado, 28 de junio de 2014

Presentación Plomo Papilas Pluma de María José Pastor por Gloria de Frutos



En la foto Ana Añón en plena danza acompañando la presentación con los músicos July y Regina, flauta de pico y chello, respectivamente.

PLOMO, PAPILAS, PLUMA.



El libro que hoy presentamos Plomo, papilas, pluma de Mª José Pastor es  un libro con una estética muy trabajada, yo diría, especialmente cuidada tanto en el formato como en el contenido. Las imágenes de Pompeo Devicenti sugieren unas,  o confirman otras, la idea que la autora desarrolla a partir de la palabra. Víctor que es como yo  conozco a Pompeo, ha sabido captar el mensaje lingüístico  para traducirlo en imágenes tan poéticas como simbólicas. El péndulo en movimiento ya presente en la portada y que se repite en varias páginas, nos introduce en el concepto de inercia que rige el peso  y la tensión de los cuerpos en el universo. Así cuerpo y lenguaje, materia finita y escritura perenne se muestran ante los ojos del lector envueltos en afirmaciones como: “Bodas de las imágenes/ bajo tu lupa atenta”.

Ya el titulo del libro: “Plomo, papilas, pluma” nos anuncia la contundencia del lenguaje como dice en el poema 1: “Te pesan las palabras caracolas/ que acogen en su seno lastre viejo”, y ahí están las papilas que nos permiten percibir ese "anhelo de miel abrazo". Y también pluma en el doble sentido de escritura y levedad, porque la escritura "desde la cuarta vértebra” - nos dice la autora-  “alzas tu cuerpo alcanzas el abrazo volátil/ laxo nudo de anhelo".

M. José Pastor esta acostumbrada a ver el universo humano a través del microscopio y estoy convencida de que esta circunstancia ha influido de manera considerable a la hora de expresarse como poeta. M. José eleva el lenguaje corporal si es preciso  la  hasta la subversión. Lo que el ojo humano no percibe, ella lo maneja de manera cotidiana, ese universo de materia se expande en lo oculto y ella transgrede el misterio para escribirlo.  No es fácil llegar a la libertad sin romper moldes para hacer  como dice en el poema 4: "piruetas de vértigo en el aire inyectadas".

Como dice en el prólogo Rosa M. Rodríguez Magda, este poemario se inscribe dentro de lo que se llama "escrituras del cuerpo" corriente filosófica que adquiere una dimensión especial en autoras como Helen Cixous y Julia Kristeva, entre otras, autoras que M. José Pastor conoce a la perfección.  Fruto de ese conocimiento se vierte en esta obra donde la poeta atraviesa la barrera del lenguaje para expresarse de manera innovadora en el poemario  que hoy presentamos.



Hace muchos años intervine  en una encuesta  de la universidad de Valencia y la primera pregunta era: ¿que es para usted el cuerpo? a lo que respondí: " la máquina mas perfecta.

La encuestadora me dijo:¿se refiere al cuerpo humano? “Naturalmente”, le respondí. Y entonces me dijo la joven que era curioso que la mayoría  de las personas encuestadas pensaran siempre en el cuerpo humano cuando hay otros cuerpos, como el cuerpo negro en física, el cuerpo algebraico en matemáticas,  el cuerpo social, el cuerpo jurídico o el cuerpo de un libro, entre otros.

La expresión científico-descriptiva de la sacralidad del cuerpo humano se traduce en la visión microcósmica del mismo: “el cuerpo humano es todo un mundo en pequeño”.

 Bien, pues el cuerpo de este libro aglutina todos los cuerpos que acabo de mencionar. El cuerpo  de la mujer encierra matrices algebraicas, tiene la propiedad física de que estando en la oscuridad durante siglos ha sido capaz de iluminar al cuerpo social alimentando a otro y se ha reescrito una y otra vez. Muy bien lo expresa el poema 13: “Tantos siglos de tiempo silenciado/ de mujer de lo oculto de lo otro/ Tantos siglos de verbos tan ajenos/ dibujando siluetas ideales/ Tantos siglos de libros sin tu voz/ rubricados en vano sin tu pulso/ Surcarán tus palabras el terreno/ de tu piel donde prenda tu semilla/ Escribirás tu cuerpo mestizaje/ de tejidos y textos en abrazos”. Creo que no se puede explicar mejor el camino recorrido por la mujer.

Plomo, papilas pluma es un libro arriesgado, no deja indiferente a nadie, las palabras caen sobre el lector como fragmentos de luz, no existe una sola coma en el texto, sin embargo  el mensaje brota como  savia entre dos pieles porque como dice el poema 20: “Entre una y otra piel/ caben miles de estrellas/ esferas diminutas/ y flores que el aliento/ deposita en el aire”. De lo íntimo a lo universal transcurre el discurso de M. José Pastor, desde lo carnal hasta lo filosófico, desde lo cotidiano a lo sublime. La palabra ruge como dice en el poema 31, en esa espiral que es la propia vida. Voy a terminar mi intervención con dos versos del poema 35 que condensan el verdadero ser de la escritora que hoy nos acompaña: “Porque te hierve la tinta entre los poros/ sobre tu cuerpo navega la escritura”.


Recital de Ada Salas en la librería Ramón Llul (30 de mayo 2014)



PRESENTACION DE LA OBRA POETICA DE ADA SALAS

Por Rafael Correcher

Decía el filósofo Gastón Bachelard que “sólo se posee el mundo cuanta mayor habilidad se tenga para miniaturizarlo, y que se debe rebasar la lógica para vivir lo esencial escondido dentro de lo pequeño”.
Quizá por eso responde Ada Salas, a sus alumnos de secundaria cuando le preguntan para qué sirve la poesía, con un escueto: “para nada, por supuesto”.
Para nada, al menos para nada de lo que ellos entienden por útil, claro que no debemos confundir lo útil con lo esencial.
Esencial si consideramos que la poesía es un elemento de análisis, una manera de ver y contextualizar el mundo.
Ada Salas conoce, y utilizo ahora sus palabras, que “la escritura del poema nace de un deseo de deslumbramiento y afirmación propios, de una infinita curiosidad, de un deseo infinito. No es nunca una respuesta, es siempre una pregunta”.
Ada traza un itinerario que es BUSQUEDA CONTINUA, espera y alumbramiento poético de esa otra realidad personal de la que hablaba Baudelaire cuando enunciaba que “yo es otro”.
“Quisiéramos una certeza” escribe Giuseppe Ungaretti en uno de sus versos. Tal vez la poesía sea eso, tocar esas pequeñas luces en la superficie de las cosas, aunque sea, tan sólo, con la punta de los dedos de una infinidad de preguntas que alientan en los versos que leemos, en la obra de determinados poetas que nos sacuden de la rigidez o la excesiva felicidad del lenguaje, de la anécdota circunstancial o del mero accidente subjetivo.
Por ello, Ada Salas transforma su trabajo en tensión y guardia poética, teorización del desdoblamiento, ya que cuando escribimos, somos “otro” y la poesía construye esa dimensión, ese abandono hacia lo errante.
Ella sabe que la palabra es un bien escaso, necesario, de un valor incalculable. Esa fue la percepción que tuve cuando llego a mis manos, en el año 2003, su libro “Lugar de la derrota”. No exagero lo más mínimo si os digo que aquél libro fue para mí un verdadero descubrimiento, un puñado de versos, no demasiados, exactamente 341 y algunos de ellos, muchos, limitados a una sola palabra que adquiría importancia sustancial en el desarrollo del poema.
Juzgad por vosotros mismos:

Y para qué esta herida

esta abertura umbilical
por donde entra y sale
la claridad del mundo

si no me quedan nombres
ya

de tanta transparencia.
Fue un encuentro importantísimo, os lo digo como lector  y como el aprendiz de poeta que, por aquel entonces, y aún hoy, empezaba a perpetrar versos en el Taller de Poesía de la U.P.V. acogido por la mano generosa e inflexible de Elena Escribano.
Fue el tratamiento del espacio en blanco, del silencio entre versos, el hallazgo en la palabra solitaria perfectamente situada en el poema, en el punto exacto, la sobriedad y sencillez, la depuración del lenguaje, el enorme trabajo que significa encontrar la palabra justa, medida… ¿sabéis el esfuerzo tan arduo, la dificultad que entraña este empeño?,
Conocí a Ada en el año 2006, vino a nuestro taller y recuerdo que con infinita ingenuidad le dije “Ada, me gustaría escribir como tú” a lo que ella respondió con una mirada feliz y agradecida: “macho pues  vas apañao”.


Anécdotas al margen, la escritura poética necesita plantear alternativas y entablar un diálogo con otros poetas, con sus silencios y revelaciones, con sus hallazgos pero también con sus temores e indecisiones porque, como bien decía Eugenio Montale: “El lenguaje de un poeta es un lenguaje historicizado, una orrespondencia. Tiene valor en cuanto se opone o se diferencia de otros lenguajes.”
Y traigo a colación esta cita porque gracias a Ada conocí el trabajo de José Ángel Valente, mentor y amigo de nuestra poeta.
Fue una cadena que,  como digo me llevo de Ada a José Ángel Valente y de Valente a mis queridos herméticos Quasimodo, Ungaretti y Montale.
Fijaos pues el detonante que supuso para mí conocer a Ada Salas, por ello le estaré eternamente agradecido.
Después, otro feliz encuentro con la obra de Ada, esta vez en forma de notas, “Alguien aquí: notas acerca de la escritura poética”. Se trata de reflexiones dispersas, meditaciones sobre lo escrito en su poesía, anotaciones tomadas en cuadernos de forma paralela a la escritura y que posteriormente se convirtieron en libro, para, en palabras de Ada “ayudarme a dilucidar qué me traía entre manos.
En sus páginas encontré cuestiones relativas a la creación poética, el proceso, su significación, la incertidumbre y la duda, de cómo escuchar el sonido, de la necesidad del silencio, de la imperfección del poema, de la belleza de su ininteligibilidad, de la necesidad de escribir, de la desposesión del poema que anula al autor y se impone a él hasta borrarlo, palabras que después encontré también en unos versos del nobel de literatura Tomas Transtromer que permitidme  reproduzca aquí:


Fantástico sentir como el poema crece
mientras voy encogiéndome.
Crece, ocupa mi lugar.
Me desplaza.
Me arroja del nido.
El poema está listo.

En la lectura de “Alguien aquí” diré que, finalmente, pude reconocer a un igual que peleaba como yo con las palabras y que tenía los mismos temores e inseguridades a la hora de comenzar a escribir.
Después, en 2007 llegaría a mi biblioteca un nuevo amigo “Esto no es silencio”  y sus poemas, más extensos quizás pero igualmente fieles a la trayectoria de Ada:
un discurso continuo/emana de las cosas/
universal, sin apariencia, inaudible…
en sus versos, el paisaje que me recordaba los versos de José Ángel Valente, ”cruzo un desierto y su secreta desolación sin nombre”.
También el deseo de claridad y de nuevo el asombro, el ruego y la importancia de la palabra que no se puede malgastar, que no se puede pronunciar en vano, un raro animal que a veces rezuma impotencia, incapaz de abarcar sentimientos, cuerpo deformable, vencido por el ácido de una lágrima, del dolor, como en este magnífico poema:
Leo a Caeiro y Caeiro me enseña
de nuevo
lo que olvido. No importa de qué hablen
estos versos. Importan estas lágrimas
tan torpes
que primero deforman las palabras
después mojan despacio
las mejillas
un poco sin destino. Y no importa
por qué. Debe ser el efecto
de la condensación. De no sé qué contraste
entre el calor y el frío
porque algo semejante le ocurre
a la ventana.
Si toco
con el dedo
cae
una gota que abre un pequeño
camino

de claridad y asombro.

Y ahora, en mis manos, el último poemario de Ada Salas: “Limbo y otros poemas”, difícil, exigente, donde todo está medido, versos en ocasiones de 1 sola palabra, característica de Ada, fragmentaciones, encabalgamientos del imparisílabo, espacios en blanco, elocuencia de los silencios. No sobra ninguna palabra, no faltan, ESTÁN LAS JUSTAS, LAS ESENCIALES. Todo medido aquí, en estas páginas y también alusiones, otra vez, a la insuficiencia del lenguaje en estos versos:
El muro/ en que viene a parar todo lenguaje


o en estos otros:
“No/ el dolor no se puede contar. El dolor es abstracto-incontable/
Fiel a si mi misma, Ada Salas, ajena a modas y veleidades, porque la poesía es poesía, no se etiqueta el silencio, tampoco el buen hacer y la honestidad de esta mujer para con sus lectores.
Quisiera terminar esta presentación con unas acertadísimas palabras extraídas del ensayo “el espacio literario” de Maurice Blanchot:
“El poema no es esa palabra, es comienzo, y la palabra no comienza nunca, pero siempre dice otra vez y siempre vuelve a comenzar. Sin embargo, el poeta es el que escuchó esa palabra, el que se convirtió en la unión, en el mediador, el que le impuso silencio pronunciándola.

(Rafael Correcher)



Librería Ramón Llull, Valencia, 30 de mayo de 2014

sábado, 21 de junio de 2014

Blas Muñoz Pizarro, socio de Honor de Concilyarte

Foto: Y ahora, un montaje fotográfico de Jose Luis Vila Castañer, que nos acompañó ayer con su cámara y su maestría en la presentación de mi poemario "En la desposesión", en la SGAE de Valencia.


Después de la presentación del poemario "En la desposesión", dedicado al recientemente
 fallecido José Lus Parra, Blas Muñoz fue nombrado socio de Honor de Concilyarte.

Fue presentado por Ana Noguera y estuvo acompañaado al piano por
José Antonio Olmedo.

Con gran afluencia de público el autor firmó sus libros al final del recital.


"Blas me recuerda a un  ebanista tallando de forma delicada cada obra de arte o al relojero
 que con precisión compone las piezas de una maquinaria que funciona con exactitud.
 Para ello se necesita  minuciosidad y precisión, y, sobre todo, la paciencia de alguien incapaz de dejar
 los significados al azar... "

Ana Noguera




jueves, 19 de junio de 2014

"Desde todos los nombres", de Nieves Álvarez (Por Pilar Verdú)

De izda a decha: Mila Villanueva, Ana Noguera, Nieves Alvarez y Juan Ramón Barat.













Muy emotivo el acto de presentación del poemario de Nieves Alvarez, presentado por Ana Noguera y Juan Ramón Barat en el Palau de Pineda.



        Imagina que descubres, a los 63 años, el gran secreto de la familia. Lo que nunca se te dijo. Estás investigando para una novela y encuentras, en los archivos que manejas, el nombre de tu padre. Y te enteras de aquel hombre bueno, lector empedernido, cariñoso y bajito, estuvo durante el franquismo en los campos de concentración que hubo en España (sí, aquí también los hubo). Se lo llevaron tal como lo soltaron, sin saber por qué. Y durante nueve años estuvo explotado, junto a otros miles de españoles que aparecen clasificados por profesiones obsesivamente en los legajos. Y sigues estirando del hilo, y ese hilo cada vez te estrangula más el corazón. Y lloras, y lloras, y lloras. Y escribes un poemario para salvarte y para salvar la memoria de todos aquellos hombres, de todas aquellas mujeres que quedaron esperando, de todos aquellos hijos cuyos padres no volvieron, o que volvieron y callaron, o que volvieron y no pudieron hablar de otra cosa, aunque no dijeran nada.
    Todo esto la ha sucedido a Nieves Álvarez. Y de aquel infierno que le ha quemado las manos al destaparlo, ha nacido “Desde todos los nombres (Abecedario del olvido)”. En este libro, todo está cuidadosamente pensado: tiene veinte poemas (por el 20-N) antecedido por un hermoso prólogo de Raquel Lanseros, que califica certeramente el libro de “caleidoscopio del dolor silenciado”. Se cierra con dos apéndices (uno referente a las profesiones de los detenidos y otro a los nombres de los mismos clasificados en listados por apellidos) y dos epílogos, el primero para explicar quién era su padre y el segundo un poema titulado “He nacido muerta”.
                Este es un libro de intrahistoria, donde se cuenta el horror retratando las escenas familiares, las desdichas íntimas de las personas a las que Nieves Álvarez pone nombre propio (Juana, María, Amador), que es el primer paso para existir, para aparecer de entre la niebla de la desmemoria. Es la nostalgia de la anciana que acaricia el traje de novia que no llegó a ponerse, de las cartas del hijo, de la abuela que ve al hombre que amó en la cara de su nieto y otras escenas igualmente conmovedoras. Y es también un homenaje a otras personas que también sufrieron lo indecible, esta vez sí conocidas por todos, aunque la autora tampoco cita ahora sus apellidos igualándolos así a los demás, porque son iguales en su dolor. Aparecen Antonio (Machado), Miguel (Hernández) y Lorca, este último escribiendo en primera persona tras una cita suya.
                Este es un libro que, con su lenguaje sencillo apropiado a los sujetos poemáticos, interpela, que remueve, que te recuerda cuánta dignidad debe ser todavía restituida. Porque la voz pidió asilo a la conciencia. Porque “los muertos siguen preguntando:/ ¿cuánto hay que esperar para escribir el nombre en una lápida?”




Pilar Verdú del Campo