martes, 7 de febrero de 2012

Primer acto de Concilyarte




Recital de poesía mística realizado en el salón de actos de la SGAE de Valencia.













MÍSTICA.
 
Porque mi posesión es
el silencio
de tu palabra,
cuando me elige,
el nombre de las cosas
se presume
cortada a pico en sus ruinas.

Una vez más, lo que ella escucha en mí
es labio indiferente
porque soy sus contrarios
espejismo del mundo, uno de sus amantes
y si pregunta
nunca podría descubrir
el color de mis ojos
bajo un discurso
de pequeñas
cicatrices.

Rafael Correcher
-



El aro en la cintura el giro el aro
y el aire roza el aire la cintura
la inercia el aire el arco ¿sabes cómo?
el aire cesará el cíclico roce

el punto
el ojo oculto
inmóvil ojo

del huracán sin culpa el punto fijo
sin la espiral la senda del derviche

círculo al centro mudo
¿dónde el claro?

del bosque siempre mudo que disuelve
el nudo que retorna el nudo en giro
el tórax nudo el aro la cintura.

Mágico stop
que puede ser ahora.

María José Pastor  

-

 



ALEGRÍA

Bórdanos, alegría.
Clávanos en la piel tu seda santa
Y llénanos los poros de colores.

Duélenos suavemente
con tu rejón de luna
para arraigar más dentro.

Y no cortes el hilo.
cósenos al hermano al que visites
para extender al mundo tu guirnalda.

Bórdanos, alegría
igual que a los mantones
un jardín de claveles
sobre el fondo negrísimo.

Pilar Verdú -


 


EL CIEGO DE JERICÓ

Ya curado
volvió sobre sus pasos
y en la penumbra de la tarde
de pronto
divisó otra luz muy dentro de su ser
pozo oscuro
que pareció rajarse
por una luna de Oriente
purísima
y así encendido
se dió cuenta
de que había estado
doblemente ciego.

Mila Villanueva
-

 



ÁNIMA MÍA

Ánima mía, tú

lo que no existe
bajo forma ninguna
que no sea mi forma de existir

Ánima mía, leve, a mi custodia,
tú que lates
en todo lo que late y en lo inerte,
anima en mi
el gusto de vivir que a ti te alumbra,
mi criatura carnal, pero incorpórea.

Ánima mía, yo.
Creo que existes
aunque no crea en ti, porque tu crees
en esta rogativa en que te ruego.
Basta con que te sueñe y tú me sueñas.
Basta conque te cante y tú me cantas.

Ánima mía, soplo, mi animosa,
infúndeme de ti, tú que me inspiras,
tú que respiras mientras yo respiro.

Estás en mí, despierta,
a condición de que despierto esté
para inventarte.
Como te inventas tú
-siempre me velas-
a aquellos que me usurpan, cada noche,
en la noche del ánima.

Ánima fiel, nosotros, indivisos.
Nada el uno del otro conocemos.

¿Quién podrá desdecir lo inexpresado?

Quién nos podrá robar lo que no somos?

Carlos Marzal






Carta a Walt Whitman


Tu certeza de vida fértil,
como queriendo cumplirse sola,
ha insuflado al cuarto un tono de himno al alma,
e incita a cantarle: creo en ti
en la bondad invulnerable del mundo,
en los nítidos latidos de la tierra
cuando gira sin dejar de mirarte.
Esta tarde, acodado en la ventana
te imaginé una espiga de miel en los labios,
te vi levantarte, sacudir tu ropa,
y alejarte después entre libros y turbas.
Y yo ni entiendo a las nubes. Una vez,
braceando en lo oscuro, mis manos
palparon un hilo de sol,
los días siguieron y yo con ellos.
He oído la arboleda de metal
de las azoteas, agrietando,
con su dulzura involuntaria,
la lentitud de la tarde, y visto
un lobo oscuro arder en llanto
ante los bosques celestes, pero ahora
la última lámina de luz
retrocede en el horizonte, la habitación
ya es otra, y yo, que aun resueno
en tus colores extintos,todavía debato
sobre ser algo más que pasiones,
rotundo no o sombra ordenada en el tiempo,
y en este temor tan hondo y tan mío...
Pienso en estas cosas en la penumbra,
las pensaba como parte de la confusión:
la luz que recibo y que emitimos
la sombra que proyecto
y el espacio que la absorbe.


Guillermo Cano 






DECATHEXIS


Crece más la consciencia cuando más cerca está el cuerpo del final del varadero.
Avanza a la vez que el cuerpo va muriendo,
se abre paso, se esfuerza en salir, camina
y se desborda con el último aliento,
la expiración profunda de un aire ardiente.
Lo he visto en los moribundos, cuando el rostro
se afila, se estiran los labios, se abisma,
el aliento se espesa y así comienza
la fuga densa. La cosa queda atrás,
abajo, en la perdida sombra, en la cama
y es entonces cuando se escapa y estalla
en la estancia, templo de las despedidas.
En ese instante la consciencia bulle
como en una pesadilla, en lo hondo,
y la vida entera desfila veloz,
paso a paso, cual pasa en un mal sueño.
Todo se entiende, pues, y todo es juzgado.
Cuando ella escapa, solo queda el resto
crisálida inconsciente en el lecho,
un objeto estéril que se consuma.
El gran momento: la cercanía
de la luz.
Ricardo Bellveser
-




TEJER PALABRAS

Los ojos de la cara se alegran de la belleza del mundo. El ojo del
corazón puede ver y celebrar otra belleza oculta: el fuego inasible
que anima la materia, la luz tras la mirada, el sol en la noche, la
trama invisible de la existencia, la fragua de la humanidad. Evocamos
la Palabra que nos crea y recreamos.

Mira: ¿Qué secreto aguarda tras el umbral de tu ser? Pregunta al niño
en el anciano, a la anciana sin tiempo en la niña, a la riqueza del
pobre, a la miseria del rico.
La casa del Silencio, la que hoy forjamos juntos, no esconde objetos
ni cabe entre fronteras.
El hogar que habitamos es una urdimbre, no un territorio cercado:
hacer y decir juntos bien: bendecir.
Su llave es el encuentro: ¿Quién soy yo? Sólo contigo lo sé.
¿Qué contiene? Ni esto ni aquello: nuevo cielo y nueva tierra entreverados.
¿Quién la habita? Mil nombres y un solo rostro: nuestra común unidad.
¿Qué anima su interior? Un pozo de misterio, una fuente de amor: la
matriz insondable donde aprendemos, siempre por primera vez, a conocer
como somos conocidos antes del tiempo del mundo; la ternura sin
medidaŠ
¿De quién este río de voces, este murmullo silente? No puede ser sólo
tuyo, no puede ser sólo mío. No es de nadie y es de todos; no se
tiene, se teje; ni se compra ni se vende; no es nada que se posea: es
una no-nada viva.
¿Qué mar sustenta su corriente? ¿Sobre que roca se asienta? Mira en el
espejo y, tras él, contempla el rostro del otro: verbo de amor
infinito, crisálida de Dios.


Fernando Beltrán
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