Fue para mí un placer presentar el libro "La Mano pensativa" de Blas Muñoz, compuesto en su mayoría de haikus, senrius y tankas, pues es una forma de poesía con la que me siento muy identificada. Como siempre la SGAE nos acogió con su gentileza acostumbrada.
El jurado
compuesto por Daniel Aldaya Marín, Javier Asiain Urtasun y Victor Izco Cruz
otorgó a "La mano pensativa" el premio
Angel Martínez Baigorri 2o11, en su vigésimo octava edición convocada por el
Excmo Ayuntamiento de Lodosa.
La ajena
copa
La mano que
fue espada
En otra mano
La luna de
la calle
Dime, acaso
no bastan?
Esta mano pensativa, que aparece explícita en
el primer poema e implícita en el último, sigue asomando de cuando en cuando
entre los versos durante todo el proceso, tanto de forma directa como
indirecta:
Sobre la
yema
Del dedo
corazón
Beso tu
beso.
Toco mis
libros
Y en mi
memoria
Un bosque de
versos se deshoja.
Lluvia
nocturna
Cabrillean
las luces
En el
asfalto.
Son versos
también impregnados de silencio. Fue precisamente nuestro querido amigo José
Luis Parra quien en la Antología “Tertulia de Haiku” describió esta forma
poética de la siguiente manera:
El silencio
se esconde
Para
escucharlo.
Huele a
silencio
En las hojas
brillantes
De los
magnolios
Su escritura
posee además las características que debe poseer todo buen haijin:
Estar
atento, ser un espectador arrobado, exento de ego, sin alardes, que perciba las
cosas en su ser total, algo que los japoneses llaman “somo-mama”. Dice Blas
Muñoz:
Vuela una
garza
En su frágil
belleza
Muere la
tarde.
Pasa una
nube
Se oscurecen
los tilos
De la
rotonda.
Y
encontramos también algún haiku de “mui”
o de lo que no sucede:
y el haiku
se evadió
aire en el
aire…
Granado, naranjo, tilos, lluvia, viento, hojas caídas...
Y es patente
por ejemplo en el haiku de primavera:
Sigue el
cauce del río
Una
cigüeña.
Tendido
eléctrico
Crepúsculo,
gorriones
El
pentagrama.
Los ojos de
Blas captan las luces y las sombras que oscurecen los tilos o que dibujan las
nubes y la luna, el agua que desborda los narcisos…o el toque de color de un
petirrojo en un granado desnudo.
Pero también
los demás sentidos están alerta entre los versos:
Canta una
alondra…un perro ladra….el mar huele a naranjo…
Y es ya en
la segunda parte: “Senrius del sueño de la tierra”, donde se permite
la licencia de esta forma poética e introduce el tacto, que ya hace una alusión
más directa al yo:
Paso la mano
por el vaho
del espejo
y nada
cambia.
más allá de
los sueños
cuando se
rompen.
El paso del
tiempo, la nostalgia o el azar, aparecen en esta segunda parte y continúa el
tema amoroso con el tanka, en la tercera parte donde los ojos del poeta
encuentran balcones azules y gritos de geranios rojos de ausencia, enredaderas
y lunas menguantes alhelíes junto a jazmines y volvemos a encontrar aquí las
manos, llenas ya de la luz crepuscular:
La misma luz
crepuscular que parece irradiar el poema que cierra el libro. “Como otras
veces”, y habla de ese poema eternamente inacabado, pues como dice Blyth, “nada
hay que decir, pero hay que decir la nada” y que corrobora con la cita de
Octavio Paz que Blas Muñoz introduce en
la última página.
Si la obra
comienza con un soneto -forma puramente
occidental- termina con un poema de sabor totalmente oriental.
El poeta nos
confiesa haber escrito este libro paralelamente a “Viva Ausencia”, para
descargarse de la concisión formal del soneto y la décima, buscando así la frescura y simplicidad del
poema japonés. Efectivamente este libro nos ofrece un poco de “descanso”. Con
él contemplamos la belleza sin esfuerzo y dejándonos llevar de su mano,
sentimos, olemos y percibimos la maravilla de la naturaleza y compartimos el estupor
del amor.
Erigido
sobre una cita del poema central de la mirada de Jano, nos hace penetrar en ese
bosque por donde el hombre pasa de la luz al olvido y siempre sólo. Como lo
cita con el haiku de ISSA:
.
El ruiseñor
canta
pero yo
estoy solo.
...y que abre
la parte central del libro titulada “Tal vez otra Luz”.
En
definitiva, este libro nos invita a la contemplación y nos hace comprender que
el haiku no es sólo una forma de escribir: es un camino, una forma de recorrer
ese bosque por donde discurrimos solos desde la luz al olvido y donde al final
se extinguirá nuestra sonrisa y dejaremos algún poema inacabado, algún poema
para la tierra, para el agua, para el viento o para el fuego.
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