viernes, 4 de octubre de 2013

Comentario de Elena Torres sobre la poesía de Ana Noguera


De izda. a drcha.Mila Villanueva, Ana Noguera, Gloria de Frutos y Elena Torres.


Me gustaría compartir con vosotros las emociones y sensaciones que me han provocado la lectura de los versos de Ana:
Y tal vez las más cercanas sean éstas de “Sentido y sensibilidad”:
“Elinor era extremadamente comprensiva y poseía una gran serenidad de juicio…además tenía buen corazón, carácter afectuoso y encendidos sentimientos, aunque conocía diestramente el arte de gobernarlos…
Marianne, sensible e inteligente, era, no obstante, apasionada en todo y no hallaba mesura en sus alegrías o sus penas. Era generosa, amable, llena de interés; todo, menos prudente.”

La fusión de estas dos grandes heroínas de Jane Austen, el sentido común y la sensatez de una y la sensibilidad y la pasión de la otra, serían los rasgos propios de la escritura de Ana Noguera. 
Un entramado de pasiones y complicidades que nos ofrece en su prosa, con su primera novela “Un lunar en el labio” en la que muestra lo irreal como algo cotidiano, haciéndonos intuir  lo mágico en ese “Reino solidario de mujeres” que comparten un lunar en el labio que sólo se borra cuando se cumple su deseo: encontrar su camino, que no es otro que el de hallarse a una misma…

Sentido y Pasión que nos ofrece ahora en su Poesía, llena de infinitos matices que nos revelan ese elemento mágico que a veces convive con lo real y nos asoma a lo insondable del alma humana.
Decía José Manuel Caballero Bonald que un poema es “Una Península rodeada por todas partes de lectores excepto por un brazo de tierra llamado autor”

Desde allí, el poeta debe crear experiencias vivas, útiles para el sentimiento. Eso es lo que hace Ana Noguera: Nos ayuda a vivir más intensamente.
Desde la cotidianidad, desde la claridad, desde la temporalidad, con temas próximos…porque la poesía debe ser útil. Debe expresar una verdad que se resista al olvido, que permanezca en nuestra memoria. Y de esa complicidad sabe mucho nuestra autora.
Ana interpreta la realidad a partir de sus emociones, desde un impulso íntimo (sueño, encuentro, recuerdo, deseo…) inicia el poema y elige el verso inicial que mejor expresa ese sentimiento.

La lectura de Ana se divide en cinco bloques en los que ha agrupado 22 poemas en temáticas, de la siguiente manera:
El primer grupo lo forman seis poemas reunidos con el título: “De la vida y la muerte”, en los que aborda esos dos grandes temas que, como filósofa, son…ineludibles. Hay un concepto de filosofía estructurado en torno al sentido de la vida: Una Filosofía de la vida y por tanto de la muerte, que busca un saber imprescindible pero indefinible de antemano.
Aristóteles lo calificó como un “Conocimiento que se busca”. Y la autora lo expresa en su primer poema “Adivinanza”:
“Si supieras…
te quedarías huérfano de vida”.
Más tarde, Schopenhauer, en su obra “El amor, las mujeres y la muerte” afirmaba que “Nacimiento y muerte pertenecen igualmente a la vida y se contrapesan. El uno es la condición de la otra. Forman los dos extremos, los dos polos de todas las manifestaciones de la vida.”
La vida es un gran desencuentro y “hay desencuentros de los que nunca se aprende, nos confiesa Ana en el poema “La tristeza de la traición”, pero a pesar de todo, no hay desencuentro sin antes encuentro y por eso la vida es un regalo efímero:
“Todo…Es un regalo sin más pretensión
que disfrutarlo con la sabiduría
de percibir que mañana no será nuestro”
Y si la muerte es el contrapunto de la vida, la poeta plasma esa verdad en el poema y suscita sensaciones como por ejemplo, un olor penetrante de colonia puede evocar la muerte de las cosas que queremos en “La colonia de los muertos” o un informe médico puede presagiar un temido desenlace en el poema” ¿Por qué yo?”
Y así, el último poema “Donde existe la muerte” nos lo confirma:
“La muerte sólo existe entre los vivos”. Así son sus reglas. Pero Ana prefiere en vez del pesimismo de Schopenhauer en “El amor, las mujeres y la muerte”, ese otro título “El amor, las mujeres y la vida” de Benedetti, porque como él dijo: “Contra el optimismo no hay vacunas”.
Y si el Amor puede ser la compensación de la Muerte, el segundo bloque de cinco poemas, lo afirman desde el primero de ellos: “Haber amado” que nos recuerda el gran endecasílabo de Lope de Vega: “Eso es amor; quién lo probó lo sabe”.

Aquí los sentidos se convierten en protagonistas para “aspirar el aire ajeno…lamer el borde de los labios…imaginar cada centímetro que el tacto guarda entre sus huellas…”
Un Amor que también siente el miedo y la desconfianza “de sentir que se escapan los años entre los días”
Un amor que se arriesga y juega e improvisa, como dice el poema con este título tan sugerente: “Una copa de jazz entre mis manos”:
“Sin los errores cometidos
no habría llegado a disfrutar
de una copa de jazz entre mis manos”
Un amor que sabe de ausencias, de añoranzas y de soledad porque “Hay ausencias cuya fuerza traspasa el presente”.
Un amor que a veces asume la norma del deseo de no cumplirse porque 
entonces deja de ser deseo: “Hay amores
que no pasan del vaivén de la mirada
mecidos por el viento de un deseo
que no llega a consumarse”.
Amores que nos seducen con los cinco sentidos porque la seducción es una pasión o un destino. Jean Baudrillard nos lo advierte: Seducir es fragilizar, es desfallecer. Seducimos por nuestra fragilidad…por el vacío que nos obsesiona”.Esa nada que es todo y que Ana nos muestra a través de suaves asonancias y encabalgamientos que rompen el ritmo de sus versos. 

En la tercera parte, “DE LA CRISIS” Ana nos propone una poesía comprometida humana y socialmente, cercana a la poesía social de los 50
de Ángela Figuera: “Mi reino es de este mundo. Mi poesía /toca la tierra y tierra será un día. /No importa. Cada loco con su tema”.

Ana se aproxima con una poesía libre de artificios y depurada a esa crisis de valores desde la “Desesperanza”:
“Abrí el mar/ para ver que escondía/ tanta agua acumulada”…para descubrir que “Eran las rabias mordidas/ en el filo de los labios”.
Rabia  o impotencia del “Desclasado” que nos ofrece un paquete de pañuelos para acercarse a nuestra conciencia asignada, o las “Esclavas” que desde la prostitución perciben cómo “Ese olor pegajoso del asfalto/ se burla de la amargura” o la angustia de un superviviente que confiesa con “Sólo cuatro palabras:/ Hoy me han despedido”…
Y sin embargo, esa desesperanza inicial culmina en otra esperanza en el poema titulado “Primaveras”, en el que a través de acertadas anáforas nos promete que hay primaveras nuevas, que “alteran el calendario…con nombre propio”

Llegamos a la cuarta parte, DE LA LOCURA Y LOS CRÍMENES, con un poema extenso, de casi 90 versos, atípico tanto en forma como en contenido en su poesía: “Anatomía de un asesinato” que parece intuir que la Poesía es también locura que desborda el lenguaje:
“Destaparon el tapón de mi existencia…
Ningún progenitor puede intuir
si el frasco destapado será veneno o perfume” 
Igual que Patrick Süskind creaba ese oscuro personaje que podía arrancar el alma fragante de las cosas y dominar el corazón de los hombres porque:
“Hay en el perfume una fuerza de persuasión más fuerte que las palabras”.
Así las palabras de Ana nos llevan desde la crueldad del primer crimen a la indiferencia de lo que inevitablemente se repite:
“No reconozco aquella muerte…el periódico no entiende de pasiones”.
Pero la autora si entiende de ellas y nos lo demuestra en la última parte: DEL VERANO Y OTROS CALORES con cinco poemas que son una
cálida vidriera, un mosaico ardiente sobre el que quedan las brasas de un verano que liquida su precio. Porque ,y con palabras de Ana, a veces la felicidad se camufla en esa nada vaporosa que nos sosiega o en esa intención de saborear de lo tenido, lo mejor, o entre recuerdos apretados por la edad y amigas que suspiran sorbiendo el vino blanco de la vida o en esa foto amarilla por el paso del tiempo que devuelve a la autora a los brazos cálidos de la infancia mientras se pregunta “Dónde están mis recuerdos”.
“Engranajes de la mente” que estructuran el tema del tiempo, la memoria y el olvido: “Quisiera saber si es posible no olvidar nunca” para hallar respuesta en “La feliz nostalgia que nos da la vida”.
Y una siente, después de leer estos poemas algo parecido a lo expresado en estos versos de Alajandra Pizarnik: 
“Memoria iluminada, galería donde vaga/ la sombra de lo que espero”.
O tal vez lo que habita en los versos de Chantal Maillard: 
“Y hay como un sueño/ esperando ser soñado/ justo detrás del dolor”.
Porque la Poesía es hacer verosímil un sueño. Lo dijo Pessoa en su Tabaquería:”No soy nada/ Nunca seré nada/ No puedo querer ser nada/ Aparte de esto tengo en mí todos los sueños del mundo” 
Así, esas “Quimeras” que Ana nos regalaba en su primer poemario en los 90 se han hecho realidad en estos versos de 2013.





ELENA TORRES

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