CORTÁZAR
Julio
Cortázar es la alegría. El juego lúcido, la curiosidad, la búsqueda. La pasión
por escribir. El amor a las palabras, la huida constante de toda solemnidad, de
todo envaramiento.
Cortázar
es la ruptura. La sencillez y la vida propia como gran campo de la creación.
Leer a Cortázar es leer la luz.
Cuando
murió, tan inesperadamente, dijo de él García Márquez:
Los ídolos infunden respeto, admiración, cariño y, por supuesto,
grandes envidias. Cortázar inspiraba todos esos sentimientos como muy pocos
escritores, pero inspiraba además otro menos frecuente: la devoción. Fue, tal
vez sin proponérselo, el argentino que se hizo querer de todo el mundo.
Y
añade:
“Fue el ser humano más importante que he tenido la suerte de
conocer".
Cortázar
es uno de los grandes escritores del boom de la narrativa americana. Junto con
los consabidos García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso o Carlos Fuentes. Y en
la estela de unos precursores no menos extraordinarios: el maestro Borges, que
es el más grande, Bioy Casares, Lezama Lima, Onetti o Juan Rulfo. Con la
fecunda compañía de Monterroso, Cabrera Infante y otros. Es terrible pensar que
todos han muerto, salvo los dos peruanos. Pero, a la vez, todos están vivos. Su
literatura no deja de latir.
Todos
ellos fueron artífices de una revolución en la literatura hispanoamericana. Es
decir, en la literatura española. Pero a medida que va pasando el tiempo unos
nos parecen más modernos que otros, más actuales, más cómplices, y puede que
Julio Cortázar, cuya obra pasó un largo periodo de oscuridad tras su muerte en
París (un silencio habitual en muchos escritores cuando nos abandonan) sea el
más actual de todos.
Otro
gran escritor latinoamericano que también vivió en París, igual que García
Márquez, y ahora me refiero a Mario Vargas Llosa, dice, tan profundamente, de
Julio Cortázar:
En él la literatura parecía disolverse en la experiencia
cotidiana e impregnar toda la vida, animándola y enriqueciéndola con un fulgor
particular sin privarla de savia, de instinto, de espontaneidad. Probablemente
ningún otro escritor dio al juego la dignidad literaria que Cortázar ni hizo
del juego un instrumento de creación y exploración artística tan útil y
provechoso como él. Pero diciéndolo de este modo tan serio, altero la verdad:
porque Julio no jugaba para hacer literatura. Para él escribir era jugar,
divertirse, organizar la vida -las palabras, las ideas con la arbitrariedad, la
libertad, la fantasía y la irresponsabilidad con que lo hacen los niños o los
locos. Pero jugando de este modo la obra de Cortázar abrió puertas inéditas,
llegó a mostrar unos fondos desconocidos de la condición humana y a rozar lo
trascendente, algo que seguramente él nunca se propuso. No es casual -o más
bien sí lo es, pero en ese sentido de "orden de lo casual" que él
describió en una de sus ficciones- que la más ambiciosa de sus novelas tuviera
como título Rayuela, un juego de niños.
Creo
que esas palabras resumen bien la forma con la que Cortázar se adentró en la
literatura. En sí mismo, en el tiempo y en los demás. Sin olvidar, claro, su
compromiso político, su implicación, siempre ingenua cabe matizar, con las
revoluciones latinoamericanas. Aunque luego ya se vio como terminaron. Con la
cubana primero y con la nicaragüense después. Pero ese Cortázar no es ya tan
relevante como escritor. En todo caso, como dijo el escritor mejicano Carlos
Fuentes: “Si a veces se equivocó en la
búsqueda de esta fraternidad incansable, peor hubiera sido que la abandonara”.
Aunque
siempre brilla su genio en una página, en un cuento, en un relato largo de esos
años últimos de su obra.
Es
posible, pienso ahora, que los libros que mejor definen a Cortázar sean los
inclasificables. A él le gustaban mucho, no lo escondía. Solía llamarles
“libros-almanaque” y sus títulos son Último
round, La vuelta al día en ochenta
mundos y, también, el maravilloso Cronopios
y famas. Libros donde cabía todo y donde todo era excelente. Lo mismo
crónicas de boxeo, que críticas sui géneris de películas, que juegos verbales,
que evocaciones íntimas, que delirantes textos de humor, que sensacionales
desbordamientos de ternura, de originalidad, de gracia. Siempre desde una
inteligencia prodigiosa, llena de matices y sutilezas y bajo el armazón de una
cultura imponente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario